LA SEGUNDA VISITA AL CAMP NOU

Eusebio y Onésimo, un toque nuevo al Girona

El técnico trabaja, casi 30 años después, con el exextremo en una versión más refinada y técnica para superar el legado de Machín

Onésimo y Eusebio, en el entrenamiento del Girona en La Vinya.

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Marcos López / Joan Domènech

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La voz de Onésimo, fuerte, rotunda y penetrante, rasga la tranquilidad de La Vinya, el nuevo centro de entrenamiento del Girona ubicado en el club de golf de la PGA, a 20 kilómetros del centro de la ciudad. “¡Uno, dos, tres, cuatro…!”. Así va contando el segundo entrenador los toques que dan los jugadores al balón en pleno rondo, mientras Eusebio, el jefe, se lo mira desde la distancia.

No está nada lejos, pero tampoco muy cerca. La voz y el sonido del balón, que vuela sobre un césped híbrido perfectamente cuidado, idéntico al de Montilivi, alteran la tranquilidad matinal. Hace un calor descomunal. Pero ni así se quita Onésimo, supersticioso como es, el pantalón largo que oculta sus piernas. Grita él, va rápida la pelota pensando en como quitársela el domingo al Barça, si es que se puede, claro, y Eusebio, entretanto, estudia, observa y calla.

En silencio, están tejiendo la nueva piel táctica del Girona, mucho más pelotero que antes

De forma silenciosa, y bajo el enorme impacto del maravilloso legado que dejó Machín en Montilivi, ambos técnicos vallisoletanos, amigos de toda la vida, están tejiendo la nueva piel táctica del Girona. Una piel más pelotera, conservando pilares machinianos –jugar con tres centrales es básico, pero no innegociable- e importando registros cruyffísticos a un equipo que tiene un toque nuevo.

De la pantalla al campo

Por eso, Eusebio llamó este pasado verano a Onésimo, rescatándole de un programa de televisión que presentaba en Valladolid. Un programa para el que no tardó demasiado tiempo en buscar su título. ‘El regate’ se llamaba. Abandonó la pantalla para reencontrarse con Eusebio después de que sus caminos futbolísticos se separaran hace casi 30 años.

"Onésimo era un crío y le dijo al entrenador, que era Azkagorta: 'Míster, que corran ellos. Eusebio y yo nos quedamos aquí con el balón, que somos los que la tocamos"  (Juan Carlos, exjugador del Barça)  

Cuando Onésimo debutó con el primer equipo del Valladolid (2 de noviembre de 1986 ante el Sevilla), Eusebio y Juan Carlos ya estaban en el Nuevo Zorrilla. "Cuando subió Onésimo era un crío. Estaba entonces el ‘Loco’ Fenoy de portero y era más serio que el copón”, recuerda el lateral izquierdo que fue titular en la final de Wembley-92 con el ‘Dream Team’, a quien Cruyff le dio una complicada misión: parar a Lombardo, uno de los peligros del Sampdoria. 

"Tal y cómo bajábamos al campo de entrenamiento, el míster, que era Azkagorta, nos hacía correr, dando vueltas. Pero Onésimo se atrevía a decirle: ‘Míster, que corran ellos. Eusebio y yo nos quedamos aquí con el balón, que somos los que la tocamos".

Casi 30 años después

Apenas coincidieron un año en Pucela y luego otro año más en el Camp Nou donde Onésimo solo jugó cinco partidos, incluyendo su inolvidable noche con el Anderlecht. Pero nadie olvida por Valladolid la irrupción de ese extremo arrabalero, criado en la calle, que contrastaba con el fútbol pulcro, ordenado, sensato y paciente de Eusebio. Eran la noche y el día, unidos por un invisible hilo del destino.

La tarde en que debutó Onésimo fue Eusebio quien marcó el gol del triunfo. Allí crearon una amistad que ha perdurado con el paso del tiempo. Da la sensación, viendo a Onésimo moverse por La Vinya, que el técnico del Girona necesita de esa contagiosa alegría que trasmite. "Es un tarambana", bromea Juan Carlos, íntimo amigo de los dos. "Pero como entrenador es muy serio. Me cuesta reconocerle, es muy futbolero. Mucho", precisa el exdefensa azulgrana. 

Gran inicio

Capaz de estar horas y horas contando viejas anécdotas. Es el Charly de Eusebio. El hombre que le inyecta energía en sus primeros pasos en Montilivi tras un gris inicio, precisamente ante el Valladolid de su alma (0-0 y a sufrir). Apenas un punto de seis posible en las dos primeras jornadas. Ahora, en cambio, seis de seis. O sea, siete puntos de 12 en un excelente arranque que le coloca en la zona noble de la clasificación: el Girona es sexto.

"¿Vosotros conocéis San Siro? Os hablan de San Siro y os pensaís que son las galletas. Pues, no. El menda ha jugado en San Siro y ha hecho croquetas" (Onésimo)

Legendarias son algunas de sus frases. "¿Vosotros conocéis San Siro? Os hablan de San Siro y os pensaís que son las galletas. Pues, no. El menda ha jugado en San Siro y ha hecho croquetas", bromeaba con sus compañeros recordando aquella aparición en el Milan-Barça de la Supercopa de Europa de 1989 donde caía entonces gravemente lesionado Jordi Roura.

Eusebio viajó por la elite de los banquillos, mientras Onésimo ha recorrido las carreteras secundarias

El menda tiene respuesta para todo. Apenas jugó 15 minutos en San Siro tras suplir a López Rekarte, pero le dio tiempo a dejar alguna croqueta. Legendaria también es aquella escena cuando recién llegado al primer equipo del Valladolid no le dejaban pasar al vestuario, según relata Juan Carlos. "¡Oye, chaval! ¿Dónde vas?", le paró el portero del club. "Ya sé que no tengo pinta, pero soy jugador del Valladolid", le replicó este. Se ve que Manolo Hierro pasaba entonces por allí y Onésimo le suplicó: "Díselo a este señor que no me deja entrar". Entonces, va Hierro y dice: "No, no le conozco de nada". O sea, tuvo que salir el delegado a buscarle.

Ahora, tanto en Montilivi como en La Vinya. Onésimo no se separa de Eusebio. ¿O es al revés? Es su primera experiencia juntos en el banquillo porque no se habían encontrado antes nunca. Se seguían en la distancia. Eusebio iba por el camino de la elite (ayudante de Rijkaard, Celta, Barça B y Real Sociedad). Onésimo transitaba, sin embargo, por las carreteras secundarias (Valladolid B, Huesca, Murcia, Toledo), seguros ambos de que acabarían conectando.

"One tiene chispa y en cero coma te saca un chascarrillo" (Juan Carlos, exjugador del Barça)

Ha sucedido finalmente en Girona gracias a la perseverancia de Quique Cárcel, el director deportivo que ha guiado el camino hacia la cima al club. Ahí, lejos del ruido, instalados al pie de la autopista AP-7, con una vista maravillosa, se está produciendo una extraña fusión. Los ojos de Cruyff a través de la mirada serena e inteligente de Euse, como le llaman los amigos, necesitan mezclar con el fútbol de calle, ya en desuso, pícaro y valiente que pregona Onésimo.

Reformular el estilo

No se puede olvidar que llegó a jugar en su día con ‘Mágico’ González en el Cádiz. "No quiero saber lo que fue aquello", cuenta Juan Carlos. "One tiene chispa y en cero coma te saca un chascarrillo", añade el exdefensa del Barça, amigo, socio y casi hermano de los dos. El segundo entrenador grita y se divierte, mientras el jefe Eusebio, con esa visión panorámica que exhibía de jugador (fue interior, medio centro, falso lateral, hasta falso extremo con Cruyff), detecta los registros que requiere el Girona para poseer un nuevo toque.

No es nada fácil refundar un equipo que tenía tan definidas sus señas de identidad. Perdido Machín parecía acabarse el mundo en Montilivi

No es tarea nada fácil. Refundar a un equipo que tenía tan definidas sus señas de identidad que perdido Machín parecía acabarse el mundo en Montilivi. Poco a poco, y en medio de la tormenta Portu, estuvo a punto de irse al Sevilla el último día del mercado, Eusebio, con la energía de Onésimo, ha ido cambiando al Girona. Y se nutre también del conocimiento que le aporta un joven analista técnico: Aitor Unzué. Sí, es el hijo de Juan Carlos Unzué, extécnico del Celta (su último oficio), que ahora vive un año sabático.

Este domingo no es solo un Barça-Girona. En el Camp Nou se reúnen viejos amigos, hijos de la primera revolución de Johan, allá a finales de la década de los 80. Extremos astutos (Valverde), extremos anárquicos (Onésimo) y un interior seguro (Eusebio), que hizo de la posesión del balón un tesoro.