CUARTA JORNADA DE LIGA

Paulinho sale para firmar el triunfo del Barça en Getafe (1-2)

El brasileño logra un gol decisivo arropado por Denis, que había logrado antes el empate, dando la razón a Valverde con sus cambios

Paulinho celebra el gol de la victoria del Barça en Getafe.

Paulinho celebra el gol de la victoria del Barça en Getafe. / AFP / PIERRE-PHILIPPE MARCOU

Marcos López / Getafe

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Vino para eso. Vino para invadir el área desde atrás. Vino para irrumpir y sorprender a los rivales, acostumbrados como están (y estaban) a un Barça paciente. Vino Paulinho para ganarle el partido al equipo de Valverde en Getafe. Un encuentro que tenía bajo sospecha, pero luego Valverde, consciente de la dimensión del problema, intervino con medidas drásticas. Cambió a los dos interiores (Iniesta Rakitic), sacó a dos de la segunda unidad (Denis y Paulinho). Y ellos le ganaron al sur de Madrid con tres triunfos que son todo un tesoro.

Vino Paulinho y se hizo el bien para el Barcelona, que vivió toda la tarde al borde del abismo, sostenido en ocasiones por las manos salvadoras de Ter Stegen y, al final, por la aparición deslumbrante de Denis y el brasileño. Dos goles, dos llegadas desde atrás. Los suplentes también ganan encuentros.

Y eso que entró tan dormido en el partido el Barça que cuando se dio cuenta ya perdía. De nada le sirvió tener el balón hasta monopolizarlo de forma insultante. Daba igual. El Getafe tenía un plan y le salió de cine. Lo trabajo con astucia, calma, paciencia y, sobre todo, mucho orden. Tanto que el equipo de Valverde necesitó de media hora para firmar su primer remate a puerta, un cabezazo, a la salida de un córner, de Umtiti.

Luego, después de algunas inútiles faltas laterales, el Barça se topó con un imponente zurdazo de Shibasaki. Un tiro maravilloso que desnudó a todo el equipo. No porque fuera evitable sino porque demostró que salió con legañas en los ojos de su hotel de Madrid. Cuando miró el marcador, perdía y de forma justa.

Lesión muscular de Dembélé

No estuvo nada lúcido el equipo azulgrana. Ni siquiera el estado del césped, lento, alto y pesado, que dificultaba la velocidad de la pelota, le sirve de excusa. Jugó tan mal que el Getafe ni se sintió amenazado. Bordalás estaba eufórico y con toda la razón del mundo. Había anulado al Barça, además de convertir cada lanzamiento desde fuera del área en un peligro, como acreditó después el japonés.

Con Dembélé lesionado, justo cuando Valverde lo había cambiado de banda (empezó en la derecha y acabó en la izquierda rompiéndose esos frágiles músculos), el Barcelona andaba mal. Sin líneas de pase, sin chispa, sin energía, como si estuviera de siesta, vamos. El Getafe, en cambio, más despierto que nunca. Diríase que ni sufrió, a no ser en el último suspiro de la primera mitad cuando Messi enganchó una soberbia falta.

A tan extraordinario lanzamiento respondió Guaita con una soberbia parada. Ahí se apagó el partido con un Barça difuminado ante un Getafe inteligente y, especialmente, astuto. Pero los cambios de Valverde reanimaron a un equipo que estaba enfermo. No aparecía Suárez, Iniesta tampoco tenía socios (fue sustituido en el descanso) y Messi no bastaba. Llegó la segunda unidad desde el banquillo y dio la calma que tanto buscaba Valverde. Suyo es el triunfo, a los suplentes le pertenece más que nadie. Cuando no están las estrellas, es la tarde de los secundarios.

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