La rabia de Piqué
Pese al triunfo, a los goles de Messi que ponen la Liga al rojo, Gerard Piqué se cargó de razones para relanzar sus ofensivas en cuantos frentes acostumbra cuando anda el Madrid de por medio, especialmente en el arbitral. Cinco días después de insinuar con unos simples puntos suspensivos que el colegiado húngaro Víktor Kassai había regalado las semifinales de la Champions al equipo blanco, se encontró con otro arbitraje llamativamente parcial a favor del líder. Hasta que Sergio Ramos se ganó la expulsión, posiblemente excesiva, por una fea entrada a Messi en campo azulgrana y se marchó del campo diciendo al central del Barça «habla ahora, habla ahora», al tiempo que señalaba al palco del Bernabéu y aplaudía no se sabe a quién.
Hasta entonces, los jugadores azulgranas, sobre todo Messi, habían sufrido en sus propias carnes la incompetencia arbitral, esta vez del canario Hernández Hernández, quien puso su granito de arena para que los valores del Madrid sigan brillando en el mundo justo el día en que se vivía en el Bernabéu un partido decisivo para el desenlace de la Liga, dijera lo que dijera Zinedine Zidane.
No se privó Piqué de echar un vistazo al palco del estadio madridista, que volvió a registrar otro lleno de campeonato. Lo hizo cuando los dos equipos estaban formados junto al equipo arbitral, antes del pasamanos de rigor. Nadie de los presentes en la zona noble del Bernabéu se dio por aludido por las palabras del central azulgrana tras el triunfo de la selección española en París del mes pasado, cuando dijo que no le gustaba ver por allí «a las personas que mueven los hilos de este país».
RECLAMACIONES
Pero después de ese mínimo gesto de atención hacia Florentino Pérez y sus amistades, entre las cuales probablemente no se encuentre Josep Maria Bartomeu, que no acudió a la comida de directivas aunque sí al partido, Gerard no tuvo ojos más que para los jugadores del Madrid, para sus compañeros y, por supuesto, para el colegiado.
Había sido superado por Suárez y Messi en la escala de decibelios alcanzados por los pitos de los aficionados locales en la presentación de los equipos, fue abroncado cada vez que tocó el balón y sobre todo cuando se dirigió a Hernández Hernández para reclamar y afearle que no tomara las decisiones acertadas en jugadas clave que podían haber dejado al Madrid en una situación muy delicada. Fue el caso de la roja que no enseñó a Marcelo por partirle la cara a Messi y de la segunda amarilla que le perdonó también a Casemiro por un pisotón a Lionel al borde del descanso.
DOS OCASIONES FALLADAS
Piqué se fue como un poseso para sumarse a sus compañeros en la petición de expulsión del mediocentro brasileño, pero no hubo manera. Con el primer tiempo ya concluido, se quedó con Messi y Suárez haciéndo ver al colegiado su gran error, hasta que Carles Naval tuvo que salir para evitar que la cosa derivase en desconsideración. Después de lo de Neymar, nunca se sabe.
Tuvo que tragarse la rabia y solo pudo empezar a sacársela de encima con el golazo de Rakitic, después de que su malestar subiera un poco más con el paradón con que le respondió Navas a su cabezazo a placer. Mantuvo la calma en el cambio de impresiones con Ramos cuando este se marchaba expulsado, se volvió a deprimir después de otra ocasión fallada ante Navas y el tanto del empate de James, pero estalló finalmente de felicidad con el gol de Messi que deja la lucha por el título más viva que nunca.
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