Listos para rematar

El Barça huye del exceso de confianza que da el marcador (2-0) y Luis Enrique pide humildad para hacer realidad el sueño de repetir el triplete

Neymar bromea con Piqué y Suarez con Mascherano, en el entrenamiento.  

Neymar bromea con Piqué y Suarez con Mascherano, en el entrenamiento.   / JORDI COTRINA

DAVID TORRAS / BARCELONA

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El Barça se enfrenta dos enemigos. El más convencional, el Arsenal, está a la vista de todos, un rival conocido al que acostumbra a darle duro y que, otra vez, lleva todas las de perder en el Camp Nou. El otro, es poco visible, y entra en el terreno de la percepción, esa sensación que flota en el aire de que no hay que temer, que todo está decidido y que con este Barça y este marcador (2-0) tiene más gracia pensar en el cruce de cuartos y empezar a elegir rival que ponerse serio ante la cita de esta noche.

No es fácil escapar a la convicción general que ya coloca la bola del Barça en el bombo del sorteo del viernes. Pero ese el mensaje que Luis Enrique se esforzó en trasladar a los suyos, fiel a su discurso de no dar nunca nada por hecho. Y en esa obsesión de tener los pies en el suelo, de no hablar más de la cuenta, de afrontar cada partido sin mirar atrás ni pensar en récords que, tal vez, no acaben en nada, el técnico apeló a una condición innegociable que el equipo cumple escrupulosamente. «Queremos repetir o mejorar lo de la pasada temporada, pero para eso hay que ser humildes».

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En un partido de alto riesgo, con medidas excepcionales de control en los accesos de acuerdo con el nivel 4 de alerta antiterrorista (no se permitirá la entrada de bolsas, mochilas y riñoneras y habrá rigurosos registros), el Barça jugarà con la red del marcador. Un condicionante evidente pero que intentaran dejar de lado como si no existiera. «Seguro que el Arsenal es capaz de remontar. No es un partido para relajarse. Todo está abierto», advirtió, insistiendo en la necesidad de hacer dos «grandes partidos» para pasar. Queda uno.

PIQUÉ, BAJA POR SANCIÓN

Frente a un Arsenal con una lista interminable de bajas (Cech, Cazorla, Wilshere, Oxlade-Chamberlain, Ramsey, Koscielny, Arteta...), Piqué es la única ausencia (provocó la amarilla en el Emirates) en un once que parece cantado. Con el tridente, en primera fila, y la punta, Suárez, listo para salir como un toro después del descanso forzado que aceptó apretando los dientes. No hay dudas sobre el triángulo mágico salvo cuando el árbitro señala el punto de penalti, el talón de aquiles de la mejor delantera del mundo y acaso de la historia, un fenómeno paranormal que, de momento, no se ha cobrado ninguna factura. Así que no va más allá de una mezcla de incredulidad y preocupación que nadie intenta exteriorizar.

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Si el fútbol es un estado de ánimo el Barça, que anda por las nubes, se enfrenta a un alma en pena, que en el camino al Camp Nou ha ido perdiendo títulos. La Liga se la escapado (el Leicester está a 11 puntos con un partido más) y llega recién eliminado de la FA Cup por el Watford. Wenger repite la cantinela de que no hay imposibles, mientras de fondo resuenan los gritos del Emirates pidiendo que se vaya. Son ya 20 años en el banquillo y con una mínima lista de títulos.«No hay un plan de penaltis. Solo que el portero rival nos avise por donde se va a tirar. Pero no deja de ser algo anecdótico, algo que nos sorprende a todos. Es el fútbol. Veo a Leo confiado, a Ney, también. Y a Luis. Estoy seguro de que los marcarán», proclamó Luis Enrique. A Neymar, además de confiado, se le ve feliz. Como siempre. Y más después de ese permiso a la carta que se regaló con las tarjetas, a cuenta del cumpleaños de su hermana, y con la aprobación general. «No conozco a ningún brasileño que vuelva a casa y no se lo pase pipa. Seguro que ha vuelto de maravilla».      

"¿20 AÑOS? MADRE MÍA, IMPOSIBLE"

Una situación difícil de trasladar a la mayoría de los clubs. Y no digamos en el Camp Nou. Sandro Rosell dijo un día que le gustaría que Guardiola fuera el Ferguson del Barça, y ese supuesto deseo se quedó en una frase hecha, entre otras cosas, porque él no contribuyo mucho a que se cumpliera, Más bien al contrario. A Luis Enrique ni se le pasa por la cabeza la idea de seguir el ejemplo de Wenger.  «¡Madre mía! Aquí nunca hubo nadie. Es imposible en la época moderna», declaró. «Yo lo veo imposible, en mi caso, eh...». Y eso que se siente un privilegiado viviendo en lo que él definió como «Disneylandia», aunque paralelamente sufra la presión de no dejar de ganar. «Si cualquier compañero de profesión me oye decir que no disfruto con este grupo de jugadores igual me agreden cuando me ven por la calle», bromeó sonriendo.

Y en este exigente paraíso está a punto de dar otro paso camino de Milán. El triplete es un sueño. Pero van a por ello.