LA ACTUALIDAD AZULGRANA
El Barça aplasta al Getafe
El campeón suma la 12ª victoria consecutiva goleando a un rival deprimido
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
JOAN DOMÈNECH
Tres goles, un remate al poste y un penalti (¡otro!) fallado en media hora relatan qué fue el Barça-Getafe: el paseo del líder ante un equipo que baja por el tobogán hacia el descenso. Ni se despeinó el Barça para dar cuenta del equipo madrileño, al que derrotó con tanta facilidad que no se apreció ningún sobreesfuerzo en los locales que delatara el deseo de venganza por el lodo de polémica que embarró el partido de la primera vuelta, limpísimo en el césped, manchado luego de pintura por la juerga de los disfraces.
Ni lobos ni caperucitas hubo en el Camp Nou. El aplastamiento resultó muy natural y representó a la perfección las distintas trayectorias que siguen ambos equipos. Se encontraron en el césped el elefante y la tortuga sin que les interesara mucho el envite: unos buscan adversarios de más altura en acontecimientos más sonados y otros miran de sobrevivir en la selva sin caerse por el precipicio. El Getafe se tomó como un trámite la visita porque no contaba con los puntos y sufrió las consecuencias. El Barça, lanzado en busca de la 12ª victoria consecutiva en la Liga, y con 37 partidos seguidos sin perder en todos los torneos, lo atropelló.
¿O fue el Barça B? Cinco cambios había en la alineación que goleó en Eibar. Nombres sonoros como los de Alves, Rakitic, Mascherano (sancionado), Busquets y Suárez (¡cuánto debió lamentar no estar en el césped para ponerse las botas!) faltaban en el once inicial, reservados para el miércoles en la Champions. Sergi Roberto ofició de mediocentro con la pericia de Busquets y Arda aceleró un poquito. Volvía Neymar y Messi seguía en el campo. Más que suficiente con ellos para liquidar a un rival a la deriva.
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No hubo crueldad en la ejecución azulgrana. El ensañamiento habría sido que el Barça hubiera metido los seis goles en el primer tiempo, porque el año pasado ya le endosó cinco al Getafe. Quedará como un reto pendiente si los azulones, ayer verde fosforito, siguen en Primera. Salieron al campo pensando en el Eibar, su próximo rival, y fueron sacando pelotas de la portería sin pensar.
DE CORRER A CAMINAR
El Getafe comprobó la evolución de Messi. Aquel chaval que los encumbró en Youtube con el gol maradoniano cuando tenía melenilla, es hoy un jugador que se permite el lujo de brillar caminando, de asombrar pasando. Marcó solamente un gol y desperdició otro penalti, pero dio tres asistencias para que sus compañeros apretaran el gatillo.
Una suerte de asesino silencioso es el argentino, con Neymar despertando todas las atenciones con su fútbol festivo, mal asimilado por rivales impotentes y frustrados ante la marabunta que les cae encima, y él probando caños, regates y sombreros. Llamativo hasta el exceso, provocó el penalti y sufrió otro no señalado por la sospecha de comediante que le pende de la camiseta.
DOS CÓRNERS, CERO PENALTIS
No marcó el Barça desde la suerte más favorable, un síndrome bestial, pero aprovechó dos córners. Quince penaltis ha tenido el equipo y ha fallado ocho. Un porcentaje indecente tratándose del Barça y de Messi, el autor del desaguisado. La hinchada (la segunda mejor asistencia al estadio tras el Atlético) coreó el nombre del extraterrestre ante ese signo de humanidad. Messi se desquitó con un latigazo mucho más difícil desde fuera del área.
Tan difícil como marcar de córner. Munir cabeceó el primero en una jugada elaborada y Arda dibujó una chilena antinatural con la izquierda que cerró la goleada en una hora. La hinchada empezó a entretenerse haciendo la ola y Luis Enrique amplió los cambios, promoviendo el debut de Samper en la Liga y retirando a Piqué, Iniesta y Mathieu, a quienes les sobraban los minutos. También a Messi y Neymar, pero a ellos les faltaban más goles para engordar el dominio azulgrana en el Pichichi, que no llegaron porque habían perdido la tensión. El Getafe no mejoró, pero al ralentí llegó hasta los dominios de Bravo, que al final manchó su impoluto uniforme rojo.
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