Cristiano lo tendría difícil
A Cristiano Ronaldo le habría sido muy difícil meterle ayer una manita de goles al Espanyol si hubiera llevado el 10 o el 11 a la espalda. Del Barça, claro. Y si le hubieran tratado como a Messi y a Neymar. De falta en falta, siempre al límite, con un punto de intimidación que tanto se echó de menos el día del Madrid y que permitió a los blancos marcar cuatro en media horita. Sin un mal gesto, sin un agarrón, y con Cornellà asistiendo a la bacanal final (0-6) con resignación, sin un grito de más hacia el rival, como si los hubo repetidamente hacia Piqué y Neymar, ni grandes reproches a los suyos. Esta vez salieron a hombros, y envalentonados para la Copa.
Será el cambio de entrenador. O será que es un derbi y todos tendrían que asumir lo que es una evidencia: el Espanyol no mira igual al Barça que el Madrid. De hecho, en las últimas 10 Ligas, a su querido vecino le ha quitado 18 puntos y un título, y al club que lleva años cediéndole jugadores, eso sí, con la cláusula del miedo no vaya a ser que hagan de Morientes, justo la mitad, 9.
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El Espanyol celebró el 0-0 como una Champions. Tiene todo el derecho a hacerlo. En el fondo, es un reconocimiento al mejor equipo del mundo. El Barça, en cambio, hace tiempo que dejó atrás las cuestiones emocionales en los derbis, superados por otra muchas citas más exigentes. Esa diferencia de actitud se ha traducido a menudo en una falta de intensidad y le ha jugado más de una mala pasada.
El Barça se metió en el partido muy tarde, con esa sensación que la mayoría de los culés tenían de que, en cualquier momento, aparecería Messi o Neymar o Suárez, y colorín colorado. Pero el tridente se quedó a medias con Neymar muy por delante de sus dos colegas, más valiente y desafiante que ninguno. Total que descontó dos puntos más, y van seis en las cuatro últimas jornadas, junto con los empates ante Valencia y Deportivo. Demasiados. Y no todos achacables a esa pizca de mala suerte que se repitió con otros dos postes ni a la lamentable actuación de González González, capaz de pitar tres días después del show del Bernabéu. Las designaciones son así.
No es la mejor manera de empezar el 2016, recién estrenado el escudo de campeón del mundo. Nada es como hace un año en Anoeta, pero al Barça le conviene recuperar sensaciones que ha ido perdiendo y que ni siquiera el tridente ha podido camuflar. Todo está por ganar otra vez. También la Copa. Dos derbis para poner las cosas en su sitio.
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