Análisis
Cara y cruz en los despachos
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
Si no hay balón, despachos. La tradición exige que el vacío que deja un fin de semana sin partidos trascendentes debe ser ocupado por noticias institucionales. El Barça aprovechó el parón para hacer público que se adhiere por fin al Pacte Nacional per al Dret a Decidir, después que en las últimas semanas se hubiera resistido repetidamente a hacerlo. Ante una presión social cada vez más acuciante y con el temor que la polémica se le fuera de las manos en la próxima asamblea, la junta tomó finalmente la única decisión posible.
Cierto, llega forzada y llega tarde, después de que jugadores como Piqué y Xavi hubieran ido mucho más lejos en su posicionamiento que el propio club, pero llega, y hay que aplaudirlo. A las pocas horas ya ha empezado a sonar la vieja letanía de que no hay mezclar fútbol con política, pero la gente que recurre a estos tópicos parece olvidar que la neutralidad es una entelequia que no existe, y los que la invocan lo hacen sencillamente con la intención de preservar su nada neutral posicionamiento político.
Es perfectamente defendible que el club no se posicione ni a favor ni en contra de la independencia, pero que el Barça se declare a favor de votar como secunda una mayoría aplastante de la sociedad catalana es sentido común y casi puro instinto de supervivencia. Los que piden una supuesta neutralidad desconocen la historia del Barça, indisolublemente unida a la historia política y social de Catalunya. Para los despistados, basta recordar que este es el único club del mundo al que le fusilaron un presidente.
Subterfugios sin éxito
Pero la cara se ha convertido en cruz: es conocida la incapacidad de esta junta para hacer durar las buenas noticias, y de la alegría del viernes pasamos a la consternación del sábado, cuando se filtró que finalmente la junta admite «errores» en el fichaje de Neymar, que ya cifran en más de 100 millones de euros. ¿Se acuerdan de todos los subterfugios que usó el oficialismo para tapar las vergüenzas de esa desastrosa gestión? Se habló de mano negra, de conspiraciones judeomasónicas, de intereses perversos, siempre con la finalidad de proteger el poder. Pues ahora resulta que aquella escandalosa declaración complementaria a Hacienda de 13 millones de euros que tuvo que realizarse apresuradamente no es consecuencia de ninguna confabulación sino de una pura y simple escandalosa negligencia.
Como era evidente, Neymar no costó 57,1 millones de euros, la cifra que nos repetían por tierra, mar y aire, una fabulación que la junta directiva empieza a admitir, también tarde y mal, que fue sencillamente mentira. Las dos noticias del fin de semana tienen un nexo en común: el club se hubiera ahorrado muchos problemas si desde el primer momento hubiera actuado con rapidez y transparencia, por cierto uno de los grandes ejes de aquella ya muy lejana campaña electoral.
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