La trayectoria

El balón que no imaginó

Messi, a sus 23 años, es el más joven en encadenar dos galardones consecutivos

De gala. Messi, Xavi e Iniesta se ajustan los trajes antes de acudir a la fiesta de la FIFA en Zúrich.

De gala. Messi, Xavi e Iniesta se ajustan los trajes antes de acudir a la fiesta de la FIFA en Zúrich.

MARCOS LÓPEZ
BARCELONA

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Al bajarse del estrado tras recibir de Pep Guardiola su segundo Balón de Oro, Leo Messi todavía bromeaba sobre el peso de esa joya que tenía entre sus manos. Abajo estaban sentados Iniesta y Xavi, los dos hombres que le habían escoltado en su camino hacia Zúrich sin saber que esa pelota dorada no acabaría finalmente en su casa. Ni siquiera el propio Leo lo intuía. O eso, al menos, quiso demostrar. «No, no sabíamos nada», le confesó ayer Jorge Messi, el padre de la estrella, a Mari Luján, la madre de Iniesta. «Ha sido una sorpresa hermosa», confesó después Messi que rompe récords allá por donde pasa.

Desde ayer, es el jugador más joven (tiene solo 23 años) en encadenar dos Balones de Oro consecutivos uniéndose en el tiempo a otro mito del fútbol mundial: Marco van Basten, el delantero holandés que logró besar dos pelotas así a finales de la década de los 80 en el imbatible Milan de Sacchi. Desde entonces (1988 y 1989), nadie había repetido éxito y menos siendo tan y tan joven.

Pero apareció Messi en el campo número tres de las instalaciones del Mini Estadi hace una década, moldeó con paciencia el Barça a un genio y ahí anda viajando a una velocidad estratosférica acabando con todo aquel que se le pone por delante. Superando incluso la negativa influencia de Diego Armando Maradona, incapaz de rodearle en el Mundial de una selección competitiva por lo que se marchó en cuartos a casa. Messi ni siquiera quiso ver la final de España ante Holanda en la que se consagraron Iniesta y Xavi. En ese verano del 2010, aborrecía el fútbol. Pero antes y después, con unos números deslumbrantes (58 goles en 54 partidos jugados), fue construyendo su leyenda hasta acabar en Zúrich.

Cuando el 10 fue el 'nueve'

Curiosamente, Messi no empezó nada bien el 2010. No se sentía cómodo hasta que Guardiola, a finales de febrero, lo liberó de la banda derecha para convertirlo en un falso delantero centro. O sea, el 10 pasó a ser un nueve y a partir de aquí se desencadenó una lluvia de goles. Se quedó, eso sí, seco en el Mundial: 5 partidos, 0 goles. Cuando convivió con Maradona, ni rastro del Messi más deslumbrante. Cuando volvió a Barcelona, emergió esa figura certera y desequilibrante que en sus tres años con Guardiola bate a goleadores reputados como Etoo (Inter), Cristiano Ronaldo (Madrid) o el mismo Drogba (Chelsea), que lo amenazó en su imparable carrera hacia la Bota de Oro. Todos también doblaron la rodilla.

Con Messi, eso ha quedado claro, no se puede competir nunca. Él gana o gana. «Me ha tocado a mí», dijo anoche antes de regresar a Barcelona con el segundo Balón de Oro bajo el brazo, arropado por sus padres y hermanos. «No sé si soy consciente de lo que estoy consiguiendo», afirmó después la estrella en un elogiable acto de sinceridad. No le falta razón. Llegó con 13 años a Barcelona porque en Argentina no podían pagarle un tratamiento para crecer y ahora, 10 años después, no se ve límite a su crecimiento futbolístico. Messi solo compite contra él. Y, claro, gana.