temporada azulgrana

Puro vértigo

MARCOS LÓPEZ
BARCELONA

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De un día para otro, dos trajes, un mismo equipo e idéntico dígito

-cinco goles- para demostrar la capacidad camaleónica del Barça de Guardiola. En el clásico, paciencia para ganar la batalla emocional y, por supuesto, futbolística al belicoso Madrid de Mourinho, convertido 90 minutos después en una ruina. En el derbi, puro vértigo para sorprender a un valiente Espanyol en otra espectacular lección táctica del equipo azulgrana. Si necesitó casi un hermoso rondo de dos minutos para que Pedro -siempre está Pedro en los goles made in

Barça- emprendiera la caída blanca (era el 2-0), en apenas 62 segundos quedaron condensados el sábado los cinco goles al Espanyol.

Dos partidos, dos trajes y un mismo vehículo: el balón. En el clásico, para cansar al Madrid. En el derbi, para desarbolar a los pericos. Así, a través de la pelota, ha construido el Barça su gran leyenda, esa que le ha hecho un equipo único, incapaz de ser imitado en cualquier otra punta del planeta. Juega con el balón para atacar -el Madrid apenas pasó de medio campo y Valdés tuvo uno de los clásicos más plácidos que recuerda- y juega con el balón para defenderse. Cuando no lo tiene, se tira desesperado en su búsqueda. Como si le fuera la vida en cada jugada. Y le va. Roba con tal fiereza cada pelota que los rivales quedan anonadados.

De Valdés a Leo

Si en el clásico Messi tenía la sugerencia de bajar al centro del campo para abrir pasillos interiores a Iniesta y Xavi, el sábado tenía otra misión. También debía venir a buscar la pelota, pero quien debía servirla era Valdés. O sea, el Barça resumido en el portero, convertido en el primer pasador, y en su delantero centro, el primer destinatario del balón. De esta manera, Guardiola quiso evitar la presión del Espanyol. Y lo consiguió. No se había llegado a la media hora de partido cuando Guardiola, que estuvo de pie, caminando arriba y abajo por el césped de Cornellà, esbozó una sonrisa cómplice. Detrás suyo estaba Tito Vilanova, su ayudante, sentado en el banquillo. También él sonreía complacido.

Había salido de maravilla lo trabajado durante toda la semana, recluidos en el laboratorio de Sant Joan Despí. Valdés alzó la cabeza y vio a Messi en el círculo central, aún en campo del Barça, y como si fuera Xavi o Iniesta, le envió tranquilamente la pelota. Leo la bajó con el pecho y el equipo comenzó a correr. De la paciencia al vértigo, un tránsito exitoso.

ROBA XAVI

J En el quinto, el Barça se mejoró a sí mismo. Menos jugadores en la acción (solo dos) y menos tiempo. Xavi robó la pelota a Baena en campo azulgrana, cabalgó hacia el área de Kameni, oteó el horizonte y esperó a que Villa le guiñara el ojo. El balón recorrió feliz el espacio al encuentro del Guaje.

EL PASILLO CENTRAL

J Simple. Hasta sencillo, diríase. Busquets cogió el balón al borde de la casa de Valdés y se lo dio a Xavi. Xavi, aún en campo azulgrana, envió suavemente la pelota a Messi. Y Leo esperó a que Villa se desmarcara para dibujar un gol fácil. ¿O no? Todo sucedió por el centro, sin usar las bandas.

EL ESLALON DE LEO

J Xavi orientó la pelota hacia la banda derecha para que se asociaran tres pequeños en campo perico. Alves dejó el balón a Messi, este zigzagueó hacia el balcón del área apoyándose en Pedro, el joven que está en todos sitios. Al rechace de Kameni, llegó antes que nadie Pedro. Lógico.

TOCAR Y TOCAR

J Abidal paró el balón con el pecho en su guarida de lateral izquierdo. Y ese balón terminó en la punta derecha del ataque del Barça, rematado hasta en dos ocasiones por Xavi para lograr el 0-2. Entre medio, varios triángulos de pase, paredes, taconazos, engaños... De punta a punta, tocando y tocando.

LA PIRUETA DE 'BUSI'

J Un sutil toque de Busquets con la pierna derecha quebró la presión de Osvaldo y después bombeó el balón de tal manera que eludió hasta cuatro jugadores del Espanyol. Pedro tocó de primera a Messi, quien aguardó para servir a Pedro. Corrió más que nadie y definió de lujo.