Baloncesto

Leyenda del básquet del Barça: Manolo Flores pone punto final a cinco décadas en el Palau

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Manolo Flores

Manolo Flores / Ricard Cugat

José Carlos Sorribes

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Más de cinco décadas, con alguna interrupción, dedicadas al Barça de básquet se cierran este verano. “Soy como la reina de Inglaterra”, dice sonriendo Manuel Flores Sánchez cuando enumera los 10 presidentes (alguno con repetición) que ha tenido en el club. “Llegué aquí en 1970, con casi 19 años”, recuerda. El pasado domingo cumplió 72. “Cuando uno ama una cosa y disfruta con ella y es su vida, nunca sabes cuándo decir hasta aquí”. Ese momento ha llegado y Manolo Flores se desvincula contractualmente del equipo de su vida, en el que ha hecho (y vivido) de todo. Toca repasar esas cinco intensas décadas en el Palau que dan para un libro, una película o una serie documental.

La llegada al Barça

Nació en Mérida, se crio en el barrio de Almeda (Cornellà) jugó en el Hospi y después en el entonces Español, que le ganó la partida al Barça, que también le quiso fichar. “Mi padre era perico y en aquella época los padres mandaban”. Pronto subió al primer equipo y participó con éxito en la fase de ascenso en Zaragoza. “Jugué un año en Primera con el padre de los Jofresa”, recuerda. La insistencia del Barça hizo que el progenitor acabara cediendo. “Papá, yo me voy al Barça, le dije". Ya tenía 18 años. Era la época en que Barça y Espanyol negociaban el traspaso de Marcial Pina al Camp Nou por 17 millones. “Según me dijeron, el club pagó 600.000 pesetas más por mi fichaje”. Llegaba al Palau un aguerrido alero de 1,93 con buen tiro exterior y trabajo infatigable. 

De 40.000 a 400.000 pesetas

El salto del Español al Barça se tradujo también en sus ingresos. Aunque en aquellos tiempos todo era apalabrado. Si cobraba 40.000 pesetas por temporada en el club blanquiazul, lo multiplicó por 10, “más o menos”. Tuvo que esperar siete años a firmar su primer contrato, que aún guarda, igual que una estadística de 1966 de un partido escolar. En ese contrato se lee “… para ejercer el cargo de monitor deportivo en la sección de baloncesto… y que en las horas que la entidad señale y precise, de permitirlo las normas federativas, participará como jugador”.

Manolo Flores, en el centro de la pista del Palau.

Manolo Flores, en el centro de la pista del Palau. / Ricard Cugat

Catorce años en la plantilla 

Vistió 14 temporadas la camiseta del Barça con dos Ligas y seis Copas del Rey como grandes títulos. Su primer entrenador fue Xabier Añua, le siguieron el estadounidense Willy Ernst, Vicente Sanjuán, Eduard Portela, los serbios Ranko Zeravica y Todor Lazic, Eduard Kucharski y Antoni Serra. Eran los años de hegemonía blanca y mucha zozobra en el Palau hasta la llegada del triángulo Solozábal-Epi-Sibilio. La limitación a 10 jugadores por plantilla de la recién creada Liga ACB le dejó en un papel secundario en el equipo. “Yo era de los veteranos y Serra prefirió a Perico Ansa, más joven”. A Flores se le planteó el dilema de salir del Palau. “Pude ir al Zaragoza y al Cotonificio. Ya tenía 33 años y entonces nadie llegaba a los 35 como ahora”. Aceptó la propuesta del club: jugar un año más solo en Europa y ser a la vez ayudante de Serra.

La final de Ginebral y la Recopa de Grenoble

Se quedó en el club aprovechando que años antes se había sacado el título de entrenador sin ninguna intención concreta. Fue la temporada de la desgraciada final de Ginebra ante el Banco di Roma en 1984. “Si ganamos me retiro levantando la Copa de Europa", pensaba. No fue así en un partido en el que no jugó ni un minuto. “Serra tenía un defecto: jugaban cinco y nadie más”. Unos meses más tarde, el Barça perdió por 36 puntos en campo del Coto y el técnico de Mataró presentó su dimisión y le tocó coger el equipo. “Ya estaba cansado de escuchar que dijeran de mí que era el veterano Manolo Flores y pasé a ser el joven entrenador…”. Debía dirigir a quienes cuatro meses antes eran sus compañeros. Y no pudo ir mejor. El Barça logró en 1985 el primer título europeo de su historia: la final de la Recopa de Grenoble ante el Zalguiris de Sabonis. "Es el mejor recuerdo que tengo". Dos meses más tarde el equipo ganó en el Palau el Mundial de clubs.

Dos títulos, pero llega Aíto

No le dieron continuidad esos dos títulos como primer entrenador. “Podía haber apretado para quedarme, pero el club había fichado a Aíto a mitad de temporada, como me confesó años después Joan Gaspart”. Volvió a ser segundo. “Yo tenía mejor currículo que Aíto, podía entrenar entonces a cualquier equipo de Europa y él no. Son anécdotas”, recuerda con humor. Había sido segundo de Serra, entonces de Aíto y años más tarde lo fue de Bozidar Maljkovic y de Svetislav Pesic. Y así vivió en primera persona muchas de las convulsiones que se han vivido en el Palau.

Flores lanza a canasta en el Palau.

Flores lanza a canasta en el Palau. / Ricard Cugat

El terremoto Maljkovic-Aíto y otros

“Yo estuve en medio del follón, tenía y sigo teniendo muy buena relación con Maljkovic”, recuerda. Aíto le dijo que cogiera el equipo tras su enfrentamiento con el técnico serbio a finales de 1991. “Pensé que tenía que hablar primero con Maljkovic. No quería que pensara que le estaba apuñalando”. La respuesta del serbio fue directa, como siempre: “Mejor tú que otro”.

El año siguiente, Aíto cogió el equipo y Flores tuvo un exitoso año en el vinculado del Cornellà. Luego se alejó unos años del Palau para vivir su triunfal etapa en Cáceres, su paso por Murcia y un regreso a Cáceres menos positivo. De nuevo en Barcelona, cogió el Barça B la temporada de la Euroliga de 2003 con Pesic en el banquillo y Joan Montes de segundo. “El año siguiente, Alemany me dijo que Montes ya no aguantaba la situación con Pesic. Y volví de segundo”. Pero estalló otra vez el Palau cuando el nuevo presidente, Joan Laporta, nombró a Valero Rivera responsable de las secciones, incluido el baloncesto. “A Pesic no le convencía nada, y yo como siempre estaba en medio. Soy íntimo amigo de Valero y amigo de Pesic, un tipo con sus cosas pero entrañable”.

Pesic dimitió, Valero se fue, Montes cogió el equipo y Laporta nombró a Flores gerente de la sección. Antes del final de temporada, nuevo cambio de puesto. Montes dimitió con un equipo roto en la recta final del curso y de nuevo al banquillo azulgrana. Por tercera vez.

Flores, entre Joan Laporta y Josep Maria Bartomeu, en 2005 tras relevar a Joan Montes en el banquillo.

Flores, entre Joan Laporta y Josep Maria Bartomeu, en 2005 tras relevar a Joan Montes en el banquillo. / Efe / Andreu Dalmau

De ojeador a presidente del Consell del Palau

Con la llegada de Zoran Savic, como secretario técnico, y Dusko Ivanovic, como entrenador, Flores estrenó trabajo: el 'scouting' internacional. “Viajaba para hacer informes de jugadores”. Algo, sin duda, menos estresante. Años después con Chichi Creus como director técnico, Sandro Rosell le propuso hace 14 años presidir el nuevo Consell del Palau, un departamento para coordinar a los grupos de animación, que ha mantenido hasta ahora junto a la función de asesor técnico.

Aún debió afrontar otra movida en 2017 con el cese de Rodrigo de la Fuente como director deportivo. “Me llamó Albert Soler para una reestructuración con Juan Llaneza y Nacho Rodríguez. Fichamos a Sito Alonso”. No salió bien y regresó Pesic al banquillo. “A las dos semanas jugamos la Copa de 2018 y la ganamos. Viajé con el equipo, él me lo pidió”. A partir de entonces, Flores dejó la primera línea con su función en el Consell del Palau más representativa.

Nombres propios extranjeros y españoles

A la hora de hablar de jugadores extranjeros, Flores cita en primer lugar a su compañero Bob Guyette en la segunda mitad de los 70. “Muy sobrio, pero muy efectivo. Gran jugador de equipo”. O a la pareja Otis Howard-Mike Davis. “Me ayudaron a ganar la Recopa. A Davis, muy físico, se le iba la olla con facilidad, pero era una excelente persona”. También recuerda, cómo no, a Audie Norris. “Un espectáculo, tuvimos mucha paciencia con él, cada año lo operaban un par de veces”. Y más reciente a Dejan Bodiroga, “un prodigio de técnica”.

Entre los españoles pronto sale un nombre de su boca: Juan Antonio San Epifanio. “Ahí tengo mi corazoncito. El más grande fue Epi, es como un hermano para mí, llevó el peso del equipo mucho tiempo y marcó una época. Como Juan Carlos Navarro. A Pau Gasol lo disfrutamos poco”. Y entre los rivales a quien defendió destaca a dos mitos, uno del baloncesto yugoslavo unificado y otro del eterno rival, el Real Madrid. “Dragan Kikanovic fue a quien más me costó defender. Díaz Miguel me sacó en un partido para marcarlo y me dijo que lo había defendido muy bien. Miré la estadística y vi que nos había metido 27 puntos”. Y entonces no había línea de tres puntos. “Pero con quien más me enfrenté fue con Wayne Brabender. Saltaban chispas en nuestros duelos. Pero lo que la gente no sabe es que yo me quedaba a dormir en su casa cuando jugábamos en Madrid y él se quedaba en la mía en Barcelona. Teníamos mucha amistad y luego entrené a su hijo David en Cáceres”.

Así era y es Manolo Flores, un mito del Barça a quien en su día no retiraron el número 8 en el Palau (no se hacía en aquellos tiempos en España) y quizá ya sería momento de repararlo.

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