VIAJES LITERARIOS

Olor a anís en Marsella

FABIO MONTALE, EL PROTAGONISTA<BR/>El personaje de los libros de Izzo es un expolicía solitario y mujeriego, bebedor de ‘pastis’ o whisky según venga el día, <BR/>y con gran facilidad para meterse en líos con la mafia.

Jean-Claude Izzo ha cartografiado como nadie la ciudad francesa a través de sus novelas policiacas. La luz cegadora del sol, el humor de la gente y el ritmo vital son los sellos propios

Panorámica de los tejados marselleses, con el mar y las islas de la bahía al fondo.

Panorámica de los tejados marselleses, con el mar y las islas de la bahía al fondo.

JORDI PUNTÍ
MARSELLA

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siempre que muere en Francia una figura de la cultura, el periódicoLibérationsuele informar a sus lectores con un titular sentimental y metafórico. En enero del año 2000, después del fallecimiento demasiado temprano del escritor Jean-Claude Izzo, a sus 55 años, el titular fue:El sol se ha apagado para Izzo. Ese sol, por supuesto, era el sol que alumbra la ciudad de Marsella. Ningún escritor ha cartografiado como Izzo el ritmo vital de esa ciudad mediterránea en los últimos tiempos. Sus costumbres, gentes, calles y bares son siempre el decorado vivísimo en el que transcurren sus novelas policíacas. Si Barcelona tiene a Manuel Vázquez Montalbán y Atenas a Petros Márkaris, Marsella se encomendó un buen día a la prosa fácil, directa, narcótica y negra de Jean-Claude Izzo.

«Es imposible entender Marsella si su luz te resulta indiferente», escribió Izzo en un pasaje de su novelaSoleá. «Se puede palpar. Incluso a las horas más calurosas. Incluso cuando te ves obligado a bajar la vista». A veces, esta luz cegadora también sirve para resaltar la oscuridad, como en los momentos más dramáticos de sus historias.

Trilogía de novelas negras

A pesar de haber escrito diversas obras, Jean-Claude Izzo se hizo famoso por su trilogía marsellesa de novelas negras, compuesta porTotal Keops, ChourmoySoleá.Las tres aventuras están protagonizadas por Fabio Montale, un expolicía solitario y mujeriego, bebedor depastisy whisky Lagavulin –en función de si la hora del día se presenta dulce o amarga–, amigo de sus amigos, y con una gran facilidad para meterse en jaleos con la mafia marsellesa. Izzo le presta siempre su mirada golosa para descubrirnos el paisaje que le acompaña, barrios y calles y montañas y el mar, un mar que recorre en su barca y se que conoce como la palma de su mano...

«Marsella solo puede amarse llegando por mar. A primera hora, cuando el sol aparece detrás del macizo de Marseilleveyre, abraza a sus colinas y devuelve el color rosado a sus viejas piedras», escribió Izzo. Gracias a este mar, pues, Marsella es una ciudad mítica, «hecha de otras partes, de exilios, que se da sin resistencia a quienes saben tomarla y quererla». Como Fabio Montale, o como el griego Mavros, su amigo Hassan, la periodista Babette o la comisaria Hélène, personajes todos de la novelaSoleá,que nacieron en otra parte y llegaron años atrás a Marsella para unir sus destinos. Aunque también la mafia extranjera, por supuesto, utiliza las conexiones de Marsella para unir sus destinos y romper los de la buena gente...

Ligereza y humor

Hubo una época, sobre todo después de la segunda guerra mundial, en que los parisinos veían a la gente de Marsella con ligereza y humor. El periódico semanal satíricoLe Canard enchaînépublicaba chistes de marselleses. El gran cómico Fernandel había nacido allí y, como él, sus gentes eran simpáticas y muy dadas a la broma, exageradas, liantes e ineficaces. Hoy en día esta imagen ha quedado abducida por la realidad social de esta ciudad portuaria.

La ineficacia es un mal endémico de las autoridades a la hora de combatir a las mafias. Si en el pasado los crímenes tenían pedigrí –como el del rey Alejandro I de Yugoslavia, asesinado en 1934 en la famosa avenida de la Canebière–, hoy en día se ha popularizado entre las bandas juveniles y se ha instalado en los suburbios. Los límites de la ciudad son cada vez más difusos.

Jean-Claude Izzo fondea en los barrios más populares para retratar Marsella. Le vemos recorrer La Capelette, el barrio donde tradicionalmente viven los inmigrantes italianos, o La Castellane, el barrio árabe donde nació Zinedine Zidane y en el que todavía viven sus hermanos. Sus amigos más jóvenes escuchan el hip-hop de grupos como IAM, o Le 3ème Oeil, que salen de las barriadas del norte y que recitan la mala vida de los que se apretujan como ovejas en las Unidades de Habitación diseñadas por Le Corbusier.

Mirada crítica

De tono progresista, el expolicía Fabio Montale simpatiza con la gente de labanlieuey odia a los que reaccionan contra los árabes y los africanos votando al Frente Nacional de Le Pen. Asimismo, no duda en criticar a la prensa «blanda», a los periódicos de derechas comoLa Provenceo a los políticos con ínfulas europeas que creen que Marsella «solo tiene futuro más que renunciando a su historia».

Esta mirada crítica le sirve a Jean-Claude Izzo –hijo de un barman italiano y una costurera española– para cuestionarse el devenir de su ciudad, pero también, por suerte, para recorrerla y cantar sus excelencias. A pesar del aire maldito que arrastra, Fabio Montale es en el fondo un hedonista. Sus pasos nos llevan a lugares míticos de Marsella. Como el bar La Samaritaine, en el puerto, en cuya terraza panorámica el visitante está obligado a tomar una cerveza. O al Panier, el barrio viejo, para buscar un buen restaurante (es decir, sin turistas) donde zamparse unabullabesacomo Dios manda o una sopa depistousi se quiere ser aún más localista. He aquí la receta que aparece enSoleá:«Judías blancas, pintas, verdes, alguna patata y macarrones. La dejaba cocer a fuego lento toda la mañana. Luego se ponía con elpistou.Majaba en un viejo mortero de madera el ajo y las hojas de albahaca».

Saliendo del puerto, la ruta de Fabio Montale nos llevaría a La Corniche, el paseo marítimo, «para no perder el mar de vista», con la presencia impactante del Château d’If al sur y las Calanques al este, y de allí caminaríamos hasta el antepuerto de la Joliette, buen lugar para ver la llegada deferriesy cargueros. Otro lugar que no deberían perderse los lectores de Izzo es el Bar des Maraîchers, centro de operaciones de Fabio Montale. Este bar existe más allá de la fabulación y se encuentra en la Plaine, cerca de la plaza de Jean Jaurès, la zona más de moda y con más actividad noctámbula en los últimos años. En ese bar, entre vapores de anís, «todos saben por qué son de Marsella y no de otra parte».

En alguna página deSoleá,Jean-Claude Izzo cita una frase de Albert Camus que se ajusta a la perfección con su visión del mundo: «Son a menudo amores secretos los que se comparten con una ciudad». Sus novelas nacieron como una demostración de este amor no tan secreto, y visitar Marsella es quizá la mejor forma de releerlas.