VIAJES LITERARIOS

La Ítaca de Homero

EL PAISAJE DE ‘LA ODISEA’<BR/>La llegada a Ítaca impresiona: el barco maniobra siguiendo el perfil torturado de la isla, al amparo de las montañas, hasta que encara la bahía insospechada del puerto de Vathi.

La isla de Ulises tiene escasas playas, pueblos de pescadores y lugares míticos que surgen en medio de un paisaje de olivos y mar que provoca una fuerte conmoción avalada por siglos de literatura

Una vista de la costa de Ítaca.

Una vista de la costa de Ítaca.

TEXTO Y FOTOS: XAVIER MORET
ÍTACA

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La isla de Ítaca debe de ser el único lugar en el mundo en el queLa Odisealidera cada año la lista de libros más vendidos. Y si las dos papelerías de Vathi, la capital de esta isla griega en la que viven unas 2.000 personas, exhiben en el escaparate ediciones en varios idiomas deLa Odisea, ellong sellerde Homero, es porque los habitantes de Ítaca son conscientes de que tienen motivos para estarle agradecidos a Ulises, el protagonista de un hermoso poema que vivió mil aventuras, tardó 20 años en poder regresar a su tierra y es, en definitiva, el responsable de que el nombre de la isla suene en todo el mundo como el de un paraíso largo tiempo anhelado.

Hay que reconocer que, acorde con este anhelo, la llegada a Ítaca impresiona: el barco maniobra siguiendo el perfil torturado de la isla, al amparo de las montañas, hasta que encara una bahía insospechada al final de la cual surge de repente el puerto de Vathi. Tras el desembarco, es fácil descubrir que se está bien en este pueblo dispuesto en un anfiteatro natural encarado al mar, con pocas calles y casas bajas, en el que los niños juegan en la plaza ajenos a la historia y a la literatura mientras viejos pescadores contemplan el mar con ojos rebosantes de nostalgia, una bella palabra cuyocopyrighttambién debería detentar Ulises (del griego:nostos,deseo del retorno, yalgia, dolor).

Un fuerte terremoto destruyó tres cuartas partes de Vathi en 1953, por lo que poco queda del encanto del pasado, como no sea la elegante mansiónDrakulis,que hoy ejerce de agradable café. Pero, bueno, en el fondo no es tan grave; tratándose de Ítaca, siempre les quedará Ulises. «Soy Ulises, hijo de Laertes, famoso entre todas las gentes / por mis muchos ardides; mi gloria ha subido hasta el cielo. Mi casa está en Ítaca..», leemos con emoción en el canto IX deLa Odisea, escrita el siglo VIII antes de Cristo.

Los arqueólogos discuten hoy sobre si la descripción que hace Homero de Ítaca –habla de una tierra baja, cuando en realidad es abrupta– se corresponde con la isla del mismo nombre, y especulan con la probabilidad de que las islas de Ítaca y Cefalonia estuvieran unidas en el pasado y un terremoto las separara. Sea como fuere, el nombre de Ulises siempre estará ligado a Ítaca, aunque es una suerte que los hechos narrados sucedieran hace tanto tiempo que no ha lugar para placas del estilo «Ulises comió aquí» o «Penélope cosía bajo este olivo». El nombre de Ulises, eso sí, es omnipresente en la isla, como el de sus compañeros de odisea: hay dos tabernas Penélope, un restaurante Polifemo, un café Odiseo, unos apartamentos Calipso y un colmado Atlántica. Suficiente para confirmar que, si los descendientes de Homero cobraran derechos de autor, vivirían como dioses.

Lugares míticos

La mejor manera de conocer Ítaca es alquilar una moto para visitar las escasas playas de la isla, los pueblos de pescadores de Frike y Kioni y lugares míticos asociados aLa Odisea, como la Cueva de las Ninfas o la Fuente de Aretusa, que surgen en medio de un paisaje homérico, hecho de olivos y mar, que provoca una fuerte conmoción avalada por siglos de literatura.

Tras la sobredosis homérica, se impone degustar un buen pescado junto al mar, mientras va pasando la vida, sin grandes alardes y siempre con Ulises o con el poema de Cavafis en el recuerdo. «Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias...». Es el momento de reafirmarse en que se está bien en Ítaca, una isla sin excesos turísticos, aunque la calma se vea alterada a veces con la llegada de un crucero del que desembarcan cientos de visitantes para comprar recuerdos y fotografiarlo todo. No es grave, sonríen en Vathi, ya que saben que se marcharán al cabo de unas horas dejando unos miles de euros en la isla. El viaje de los turistas, en cualquier caso, es la otra cara del de Ulises: cuando vuelvan a casa contarán que han estado en Ítaca y, como prueba, en vez de un catálogo de aventuras, mostrarán un botín de camisetas, gorras y hasta felpudos con retratos del héroe trivializado.

Ulises contemporáneo

Niko relativiza el encanto de Ítaca desde la platea de su restaurante y asegura que la isla está bien para hacer negocio entre abril y octubre, cuando se dejan ver los turistas. «Después me voy, porque los inviernos aquí son duros y solitarios», remata. Y como Niko, muchos en la isla, hasta el punto de que no resulta fácil dar con alguien que pase todo el año en Ítaca. Probé con los viejos pescadores, pero no hablaban inglés, igual que las ancianas vestidas de negro. Ya casi desistía de encontrar a un itaquense a jornada completa cuando el azar me llevó a un café del puerto, el Odiseo. ¿Qué otro nombre podía tener? Allí estaba Dimitri, un hombre nacido en Ítaca 72 años atrás que me contó que había emigrado a América en los años 50, cuando el terremoto destrozó el pueblo y las perspectivas de futuro. Había tenido que trabajar duro, pero gracias a ello había abierto un restaurante en Nueva York y se había ganado bien la vida.

–Cuando me jubilé, hace 10 años, volví a Ítaca –concluyó su historia con la mirada fija en el horizonte-. Se está bien aquí.

–¿Qué sintió al regresar?

–Habían pasado 40 años y encontré Ítaca muy cambiada. Reencontré a los amigos de juventud, pero de repente éramos viejos... ¿Sabe una cosa? En América me dijeron al llegar que Dimitri era un nombre extraño y me lo cambiaron por Jimmy. Allí fui siempre Jimmy, pero en Ítaca vuelvo a ser Dimitri.

Cuando le comenté que su historia podría ser la de un Ulises contemporáneo, que regresaba a Ítaca tras haber vivido mil aventuras como emigrante, se echó a reír.

–LeíLa Odiseahace tiempo, pero no me acuerdo de nada –dijo con mirada escéptica–. Los que venís de fuera asociáis a Ítaca con Ulises, pero para los que nacimos aquí, Ítaca es tan solo nuestra isla. Ítaca es Ítaca. No hay que darle más vueltas.

Me acordé de sus palabras al día siguiente, cuando el barco que me devolvía al continente zarpó de la isla y se perdió en el mismo mar en el que Ulises había vivido, muchos siglos atrás, un sinfín de aventuras que aún hoy, gracias a la literatura, son recordadas por los humanos. Y volví a recordar a Cavafis: «Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado...».