La opinión de cLabs

Descentralizar la economía para promover el desarrollo

descentralizadas

descentralizadas / Unsplash

Alberto Martín

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Tener los ahorros siempre disponibles, sin depender de bancos, intermediarios financieros ni, llegado el caso, de bancos nacionales. Tampoco del cambio de divisas, de los posibles límites transfronterizos o las regulaciones fiscales de cada país... ¿Y olvidarnos de posibles crisis monetarias, inflación o ‘corralitos’? Tal vez en un mercado como el nuestro, estable, con niveles moderados de fluctuación y bancos centrales sólidos y fiables estos problemas nos parezcan posibilidades remotas, pero no lo son tanto en países menos desarrollados, donde no disfrutan de un panorama financiero tan ventajoso como el occidental.

La filosofía de las finanzas descentralizadas (o DeFi, por sus siglas en inglés) que ha experimentado un enorme crecimiento en los últimos años, ha llegado para tratar de paliar estos problemas. Se trata, según el World Economic Forum, de algo que tiene el potencial de transformar el sistema financiero (aunque todavía es cierto, reclama la entidad, que es necesario plantear unas políticas de uso más claras). Desde sus inicios paralelos al blockchain Ethereum en 2015 y especialmente a raíz de la pandemia, este modelo de tecnología distribuida que no se basa en instituciones centrales y que no solo ha suscitado el interés del sector privado, sino también del público, se está popularizando.

Solo en el último año, según el World Economic Forum (WEF), el valor de los activos digitales gestionados en DeFi se ha multiplicado por 18, y el número de carteras de usuario asociadas lo ha hecho por 11 (actualmente se estima en 1,2 millones). También ha aumentado el número de aplicaciones relacionadas. Y es que este modelo financiero está muy ligado al uso del móvil, herramienta fundamental para su difusión masiva que actualmente utiliza la gran mayoría de los habitantes del planeta. 

Son cifras esperanzadoras para la igualdad financiera en el planeta, aunque este crecimiento aún está lejos de una adopción masiva donde realmente se necesita: todavía hoy, de los aproximadamente 5 millones de personas en todo el mundo que utilizan alguna de estas aplicaciones, apenas uno de cada diez vive fuera de los países desarrollados. De ahí la importancia del móvil -y la relevancia de que Celo lo considere clave para todas las aplicaciones DeFi-, una herramienta que tienen allí más personas de las que poseen una cuenta corriente, y que es casi siempre su único acceso a Internet.

Las plataformas de blockchain -abiertas y de utilización libre para cualquier persona-, y las finanzas descentralizadas que permiten, como apuntábamos, son la clave para que cualquier persona con un dispositivo móvil pueda gestionar su dinero sin necesidad de tener una cuenta bancaria, ya que permiten el envío, transferencia y posesión no solo de divisas, sino también de cualquier activo digital (como un contrato vinculante a una obra de arte).

Así, las criptomonedas y su libre circulación en estas plataformas suponen la gran revolución de no estar emitidas ni controladas por ninguna autoridad financiera que pueda, en un momento dado, retenerlas o cambiar su valor con el perjuicio que esto supone para el usuario. Y aunque en muchos casos su propia naturaleza ‘desregulada’ las convierte en algo volátil y con grandes fluctuaciones, también empiezan a aparecer diferentes modelos de monedas estables, o stablecoins, referenciadas a divisas como el euro o el dólar. Cualquier smartphone el mercado actual que esté conectado a Internet es suficiente para utilizarlas y operar libremente, no importa lo lejos que estemos de una oficina bancaria o con quién estemos transfiriendo, pagando o recibiendo dinero.

Llevar esta idea cada vez más lejos es, precisamente, el objetivo de la organización sin ánimo de lucro DeFi for the People, integrada por organizaciones cripto de todo el mundo reunidas y que ya cuenta con más de un millón de carteras activas procedentes de 113 países. La economía descentralizada ofrece posibilidades alineadas con los principios de responsabilidad e inclusión. Responsabilidad social para un mejor y más equitativo reparto de la riqueza. Inclusión de cualquier persona, sea cual sea su procedencia, en el panorama global de las oportunidades y el desarrollo. Objetivos que, sin duda, deberían ser favorecidos por parte de las agencias internacionales y de los individuos particulares.