En los próximos 45 años
Antón Costas

Antón Costas

Presidente del Consejo Económico y Social de España (CES)

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Economía: avanzar en medio de la niebla

Multimedia | De 1978 a 2023: España abrió su economía al mundo (y la triplicó)

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45 aniversario El Periódico

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En la celebración de sus 45 años de fecunda vida periodística, los responsables de este diario me preguntan cómo creo que serán los próximos 45. Como se dice irónicamente, hacer pronósticos es muy arriesgado, especialmente si es acerca del futuro. Pero en los momentos de incertidumbre, pesimismo y desesperanza que vivimos, pienso que es necesario arriesgarse a hacerlo para ir contra el fatalismo de creer que todo va a ir a peor.  

Estoy acostumbrado a escuchar la agorera profecía de que los jóvenes de hoy serán la primera generación que vivirá peor que sus padres. No lo creo. Pero quizá la mejor muestra de la falta de esperanza en el futuro es la decisión de algunas amigas de mis hijas que renuncian a tener hijos por creer que no les deben exponer a un futuro incierto.

¿Hay motivos para esta pérdida de esperanza? Los hay, pero pienso que son coyunturales: malos empleos, dificultad para emanciparse debido a la falta de vivienda de alquiler social y asequible; escasas ayudas a las familias jóvenes, como la no gratuidad de la educación preescolar. Pero no son suficientes como para perder la esperanza de construir un mundo mejor. Los tiempos malos pueden traer sociedades mejores. Permítanme explicarlo.

El mundo ha cambiado. A las fuerzas de cambio que venían operando desde las últimas décadas del siglo pasado (el cambio tecnológico y el climático) se sumó en el año 2008 una incomprensible y dramática política de austeridad en inversión social que provocó una década perdida y castigó a las familias más frágiles y a sus expectativas. Por si no fuera suficiente, desde el comienzo de esta década se ha añadido una concatenación de calamidades impensadas: la pandemia del covid-19 y las amenazas de nuevas pandemias; el retorno de la guerra a Europa con la invasión de Ucrania por parte de Rusia y los temores a invasiones similares por parte de China; el inesperado retorno de la inflación y la subida abrupta de los tipos de interés con la amenaza de provocar una fuerte recesión y dolor social; y la rivalidad geoeconómica entre Estados Unidos y China.

Hemos pasado abruptamente de una era de certezas exageradas en la hiperglobalización a una de incertidumbre radical y desesperanza. En los años 20 del siglo pasado, en circunstancias similares a las de hoy, el gran economista británico John M. Keynes nos enseñó que la incertidumbre es como una densa niebla que no permite ver que hay más allá.

La niebla de la incertidumbre

¿Cómo avanzar en medio de la niebla de la incertidumbre? Hay tres caminos: el tecnocrático, el totalitario y el democrático. La opción tecnocrática consiste en creer que se puede confiar en el gobierno de los mejores para que nos digan lo que hay que hacer sin que sea necesario el consentimiento de la población. No llevará a buen puerto. La opción totalitaria consiste en dejarse guiar por dirigentes autoritarios que prometen seguridad frente a la incertidumbre a cambio de renunciar a las libertades civiles e individuales. Lleva al desastre económico y a la barbarie política. La opción democrática consiste en caminar juntos a través del diálogo y el acuerdo. La historia nos dice que es la única que lleva a buen puerto. Es el camino para lograr que de lo malo surja lo bueno.

La historia del siglo pasado es un ejemplo de que lo malo puede traer lo bueno. Después de dos dramáticas guerras mundiales y de una crisis económica, social y política nunca vista ni antes ni ahora, la generación de nuestras abuelas y madres tenía muchos motivos para la desesperanza y dejar de tener hijos. Pero optaron por la esperanza, dando lugar al mayor 'baby boom' de la historia. La política ayudó creando, por un lado, bienes públicos colectivos que aseguraron a la población contra el desempleo, la enfermedad, la escasa educación o la falta de ingresos en la jubilación y, por otro, regulando la economía para fomentar las buenas empresas, el crecimiento y la prosperidad inclusiva.

Hoy, en una nueva era de incertidumbre y percepciones apocalípticas, es necesario construir esperanza. Una esperanza que ha de venir de abajo arriba, desde las familias y las empresas, que obligue a los dirigentes políticos a comprometerse en la construcción de una sociedad más justa y una economía amable con el medio ambiente. Un mundo mejor es posible en los próximos 45 años, en los que espero que este diario sea un instrumento de esperanza para avanzar entre la niebla.