el sobreprecio
Los alquileres redibujan el mapa comercial
Un café puede costar el doble y hasta el triple en el centro de Barcelona. Eso tiene un remedio fácil. Basta con no tomarlo. Que lo haga el visitante que se lo pueda permitir. Pero esa regla se torna perversa cuando se descubre que afecta a todas las esferas de la vida comercial. El alquiler de un local en la Rambla de tamaño medio sobrepasa hoy los 35.000 euros al mes. Eso ahuyenta las iniciativas comerciales convencionales y fomenta el monocultivo. El drama, en el caso de Barcelona, es que su geométrica explosión turística ha coincidido en el tiempo con el fin del plazo que en su día estableció la ley de arrendamientos urbanos para extinguir los viejos contratos de alquiler. Manda la ley del mercado. Los nuevos contratos de alquiler son una puja. Así, establecimientos muy arraigados en la ciudad se ven en la necesidad de cerrar sus puertas o trasladarse a zonas menos atractivas, no por falta de clientes, sino porque la nueva renta mensual descuadra sus libros de cuentas.
El caso de las llamadas tiendas emblemáticas es de sobras conocido. Actualmente están en un limbo legal que no asegura todavía su supervivencia.
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