Programas preventivos en las escuelas para reducir los abusos sexuales
Parece que debemos esperar a que salte otro escándalo de abusos sexuales a menores para darnos cuenta de la importancia de proteger a los niños y niñas para prevenir que sean víctimas de la violencia. Todo lo que no es prevención es llegar demasiado tarde; es llegar cuando el menor ya ha sido abusado. Por eso, es urgente la aprobación de una ley que les proteja de todo tipo de violencia, incluidos los abusos sexuales.
Entre un 10% y un 20% de la población ha sido víctima de abusos sexuales en su infancia. De media, los abusos que sufren estos niños pueden durar hasta cuatro años. Datos estremecedores que debemos cambiar. No existe una solución instantánea, pero sí un cambio a largo plazo que puede disminuir la prevalencia del abuso sexual en la infancia: la prevención a través de la educación.
Está constatado que los programas de prevención reducen a la mitad las posibilidades de que un niño o niña sufra abuso. En el informe de Save the Children “Ojos que no quiere ver”, se recogen ejemplos de buenas prácticas en Canadá y Estados Unidos donde desde los años ochenta se llevan a cabo en los colegios programas de prevención del abuso sexual infantil. El contenido de estos programas incluye desde qué son los abusos sexuales, la necesidad de contarle a una persona adulta de confianza lo que pasa hasta cómo rechazar insinuaciones. También se les enseña que hay formas de tocar correctas e incorrectas y sobre todo se les explica que ellos no son los culpables de esta situación.
Los resultados de estos programas albergan esperanza: los niños y niñas participantes tienen más conocimiento sobre el abuso y, a su vez, sobre cómo evitarlo. Además, estos menores demuestran más control y más seguridad que los que no han tenido formación. Eso significa que si se produce un caso de abuso lo comunican antes y, por lo tanto, los abusos se extienden menos en el tiempo.
En España existen campañas y acciones puntuales en las escuelas o en espacios de educación no formal para explicar a los alumnos los riesgos del abuso sexual y enseñarles cómo salir de una situación de peligro. Pero esto no es suficiente. Teniendo en cuenta los datos, hace falta que estos programas estén integrados en el currículum académico para que los niños y niñas, chicos y chicas cuenten con una educación sexual reglada y normalizada en colegios e institutos.
Además, la participación de padres y madres en la formación preventiva es clave para que esta tenga éxito. Abordar la sexualidad de una manera positiva y saludable contribuirá a que nuestros hijos cuenten con las herramientas necesarias para ser menos vulnerables al abuso. La guía “Respuestas fáciles a preguntas difíciles” proporciona algunas claves para mejorar la comunicación entre padres, madres e hijos.
Debemos ponernos manos a la obra para proteger a la infancia de la violencia a través de la prevención y la sensibilización para así llegar antes de que el niño sufra.
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