La experta
«El problema es que no se denuncia»
Beatriz Fernández, abogada de Arrels, denuncia la invisibilidad de la aporofobia
Rosa Mari Sanz
Periodista
Rosa Mari Sanz
La aporofobia es un delito cruelmente invisible. Lo saben los trabajadores de entidades sociales que acompañan a personas que duermen en la calle y han conocido, por la propia víctima, que ha sufrido algún tipo de agresión. Normalmente la explican cuando ya ha pasado, y sin ánimo alguno de acudir a la justicia. Lo cuenta Beatriz Fernández, abogada y responsable del equipo de Gestión Interna de Arrels: «No nos ha llegado nunca una persona que nos diga que ha sido agredida y que quiere denunciar. Ellos lo ven como un episodio más de su vida en la calle, como si estuviera asumido», lamenta.
La primera dificultad que se encuentran, dice («y esto lo hemos hablado con el fiscal de delitos de odio de Barcelona, Miguel Ángel Aguilar), es que estamos ante personas invisibles, y si logran que al final entiendan que son víctimas tampoco denuncian porque tiene una desconfianza total en el sistema, explica, cuando no el temor a ser expulsados en el caso de no tener papeles. A favor, continúa, está el que desde la justicia tienen claro que este uno de los colectivos en los que se ha de poner más énfasis. «Arrels, como otras entidades, está en contacto con Fiscalía para que nos informen de sentencias que vayan saliendo y de situaciones que podemos considerar susceptibles de ser seguidas. Uno de los retos es conseguir que este delito se considere como un agravante, lo que permite al juez aplicar un baremos de sanción diferentes que si es una agresión sin agravante. La pena que se tiene en cuenta es mas alta, como ya ocurre en casos de xenofobia, religión y orientación sexual», prosigue.
La abogada, además, alerta de un incremento de casos de aporofobia. Estamos viendo que con toda la crisis en España y el conjunto de Europa desde el 2008 cada vez hay más desigualdades y se oye con mayor fuerza un alarmante discurso racista culpabilizando a la gente más pobre. El problema, insiste, es que al ser un fenómeno que no se denuncia no se puede cuantificar. «Estamos ante un tema muy candente y somos muchas las entidades que trabajamos con sintecho que nos estamos dando cuenta de que pese a no denunciar cada vez lo explican más», concluye.
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