La madre de Asunta: «Él tuvo la ocasión de darle el Orfidal»

MANUEL VILASERÓ / SANTIAGO

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La única prueba irrefutable de que Asunta Yong Fang fue asesinada es que su cadáver contenía el equivalente a 80 pastillas del sedante Orfidal, una dosis capaz de matar a un adulto. Saber quién le dio el tranquilizante es una de las claves del juicio que se desarrolla en Santiago desde el martes. Rosario Porto, la madre, declaró ayer que ella «nunca» le había suministrado este medicamento y que tampoco creía que lo hubiera hecho su exmarido, Alfonso Basterra, aunque abrió la puerta a que este se lo administrara el día del asesinato, cuando comieron los tres en casa del hombre. «Supongo que tuvo la ocasión de dárselo cuando fui al baño», admitió a preguntas del fiscal, a diferencia de lo que había declarado durante la instrucción.

Al margen de este episodio, el larguísimo y detallista interrogatorio al que fue sometida la madre de Asunta por el fiscal Jorge Fernández de Aranguiz no sirvió para lograr que incriminara directamente a su expareja ni que se saliera del guión. Al contrario, en la mayoría de momentos tendió a exculparle. Si durante la instrucción había admitido que la niña se quejó dos veces de que su padre le daba polvos blancos, ayer lo negó aunque luego precisó que no lo «recordaba». Nunca fue consciente de que alguien drogaba a la niña desde julio, ni siquiera en las dos ocasiones en que sus profesores han relatado a los investigadores que llegó a la escuela aletargada.

A BOCAJARRO

El punto álgido del interrogatorio se produjo cuando el fiscal mostró en pantalla la fotos del cadáver de su hija tirado en la carretera de Teo. Era el intento de minar la resisistencia de la acusada tras varias horas de preguntas, algunas banales. «¿Desató usted las cuerdas que se ven junto al cadáver?», le espetó a bocajarro. Pero la reacción de Porto no fue derrumbarse. Lo negó, estalló en sollozos, se removió en su asiento pero no se apartó ni un ápice del ajustado guión que desde su punto de vista la exculpa. Incluso se permitió lanzar un reproche al fiscal. «¡Ya he visto el cadáver!, ¡ya lo he visto!» exclamó. El supuesto golpe de efecto no hizo más que subrayar el papel de madre doliente que Charo, como la conocen los amigos, interpretó a la perfección.

Para refutar algunas de la tesis de la acusación, añadió incluso argumentos entresacados de su vida carcelaria. De las cuerdas, por ejemplo, que son idénticas a las halladas en su casa de Teo, señaló que no las conocía «para nada». «Compañeras presas me han dicho que el campo está lleno de cuerdas de esas», apuntó.

LAGUNAS

También escenificó con expresivos gestos el estado de confusión en que se sumió tras la desaparición de su hija para justificar las contradicciones en las que incurrió en sus primeras declaraciones ante la policía. En su primera versión explicó que dejó a la niña en la casa haciendo deberes y, tras saber que las cámaras la habían grabado llevándola a Teo, aseguró que sí la llevó, pero como se encontraba mal la llevó de vuelta y la dejó cerca de la casa familiar. «Lo único que sé es que mi hija desapareció y desde entonces tengo muchas lagunas sobre lo que ocurrió», le resumiría luego al letrado de la acusación popular, de la asociación Clara Campoamor.

De otro episodio oscuro, el del supuesto robo que sufrió la madrugada del 5 de julio, cuando un hombre intentó matar a Asunta mientras dormía, Rosario volvió sobre su versión de que no lo denunció «para no asustar más a la niña». Los investigadores sospechan que fue la primera intentona de la pareja de deshacerse conjuntamente de Asunta y que al presentar ella resistencia, se decidieron a probarlo con Orfidal.

Los investigadores también sospechan que el final se desencadenó porque la víspera del asesinato Rosario volvió a reunirse con el amante con el que había roto para que Alfonso se hiciera cargo de ella tras su ingreso hospitalario tres meses antes del asesinato y tras el que sufrió una profunda depresión. A preguntas del fiscal, Porto admitió que tras recibir el alta acordaron que ella dejaría al «otro hombre» porque «necesitaba los cuidados» de Basterra.

CITA CON EL AMANTE

También admitió que la víspera de la muerte de Asunta volvió a verse con él, lo que obligó a Basterra a hacerse cargo de la niña toda la tarde y la noche. ¿Sabía que era porque estaba usted con el otro hombre?». «No», respondió Porto. «¿Le preguntó con quién estaba?». «No», volvió a negar, ante la patente incredulidad del interrogador.

Sobre la separación, se esforzó en dulcificar los comportamientos de su ex. «No conozco rupturas pacíficas, en un primer momento no fue pacífica», afirmó. Consultada por si Basterra se comportó como un energúmeno, respondió que «un poco sí», y admitió que llegó a tenerle miedo. «A veces -dijo- las personas nos descontrolamos, actuamos de forma inadecuada y en ocasiones discutimos y perdemos el control».