La vicepresidenta evita respaldar a Mato, quien no se plantea dimitir

Ana Mato, la ministra de Sanidad, en el Senado, ayer.

Ana Mato, la ministra de Sanidad, en el Senado, ayer.

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Nadie en el Gobierno ha defendido de forma explícita la gestión realizada por la ministra de Sanidad durante los primeros días de la crisis del ébola. Pero Ana Mato no parece sentirse sola ni cuestionada tras ser desplazada a un segundo lugar por la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y tampoco se plantea dimitir. Ni siquiera tras la escenificación de ayer en el Senado, cuando Mato quedó relegada a responder cuestiones técnicas y fue la vicepresidenta quien asumió el protagonismo para trasladar a la oposición la respuesta del Ejecutivo ante la crisis. Fue una tarde dura para Mato, pero la ministra no se permitió dar ninguna muestra de debilidad en público. Respondió con ataques a los que la criticaron y confirmó que la idea de la dimisión no está en su mente. «Solo me planteo -dijo Mato- seguir trabajando para salvar a la paciente» y para garantizar la seguridad de los profesionales sanitarios.

La vicepresidenta del Gobierno evitó en sus respuestas echar un capote a la cuestionada ministra y no respaldó claramente la gestión de Mato durante su intervención en el Senado. No hubo halagos, ni defensa del trabajo realizado por la titular de Sanidad. Sáenz de Santamaría fue breve y repitió en varias ocasiones el mismo mensaje, que puede considerarse un aviso a navegantes: la responsabilidad «es de todas las administraciones». Fue la fórmula elegida por la vicepresidenta para deslizar una advertencia al ministerio y la consejería de Sanidad de Madrid, que mantienen una relación fría y tensa, a la que el Gobierno atribuye gran parte de la descoordinación en los primeros días de la crisis. El clima es tan crispado que los responsables de salud madrileños no fueron a la última reunión de coordinación que Mato presidió, el viernes, antes de que la vicepresidenta tomase el mando de la situación.

INALTERABLE

Pese a la falta de apoyo, Mato permaneció inalterable, no admitió errores y se refugió bajo el paraguas del protocolo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UE para defender sus decisiones. La titular de Sanidad utilizó como atenuante que el caso de la enfermera Teresa Romero sea el primer contagio fuera de África y dijo que su departamento ha actuado con «diligencia» y «transparencia total». Mato exhibió como logros personales todos los cambios que se han establecido en los protocolos para aumentar el control sanitario.

La ministra no confirmó su asistencia a la comparecencia prevista para mañana en la comisión de Sanidad el Congreso, puesto que el jueves también está programada en Bruselas la cumbre de los ministros de salud. De coincidir ambas agendas, las explicaciones de Mato deberían esperar a la próxima semana.

NUEVO ESTILO

Las respuestas de Mato y Santamaría parecieron no contentar a la oposición. La senadora socialista Victoria Chivite reclamó que sea el presidente del Gobierno el que «dé la cara» ante los ciudadanos, una comparecencia que no se producirá porque ayer fue bloqueada por el grupo popular en la mesa del Congreso. Chivite acusó a Mato de ser «la incompetencia personificada» y el verdadero «factor de riesgo» de contagio del ébola. CiU también exigió a la ministra «autocrítica» y «responsabilidades políticas» e Izquierda Unida reclamó que se reconozcan los errores cometidos.

Las intervenciones de Sáenz de Santamaría y Mato inauguraron el nuevo estilo de comunicación que impone la Moncloa ante la crisis del ébola, con un mensaje más humanizado, en el que Romero pasa de ser presunta culpable a heroína generosa. El nombre de la enfermera fue pronunciado en una docena de ocasiones y siempre destacaron su valentía y los deseos de que logre sobrevivir a la enfermedad. El segundo mensaje se dirigió al personal sanitario, que fue el sector más crítico la semana pasada. Tanto la vicepresidenta como Mato alabaron el trabajo de médicos y enfermeros.