La primera jornada del Pontífice en Madrid

El Papa, en son de paz

Benedicto XVI recibe una calurosa acogida en Madrid y evita censurar al Ejecutivo socialista

Asistentes al acto de bienvenida de los jóvenes a Benedicto XVI, ayer en Madrid.

Asistentes al acto de bienvenida de los jóvenes a Benedicto XVI, ayer en Madrid.

JORDI CASABELLA

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Madrid no es Sídney. La capital de la vieja cuna del catolicismo, aunque venida espiritualmente a menos, conserva la solera que nunca tuvo la ciudad australiana, sede en el 2008 de la última Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Ayer dio buena cuenta de ello y brindó una calurosa acogida al Papa. Peregrinos y autóctonos se echaron a la calle para saludar su presencia. Benedicto XVI, que comenzó a desgranar sus mensajes en el pasillo del avión que le trajo desde Roma, ha venido esta vez en son de paz. Sabedor de que iba a aterrizar en un país en el que casi uno de cada dos jóvenes en edad de trabajar no tiene empleo, aludió sin molestar a la crisis ética que ha dado alas a la crisis económica. Una vez en tierra se centró en el público de la JMJ: primero alertó de los riesgos del consumismo y la banalidad sexual, sin dejar de mostrar su preocupación por la conservación del medio ambiente y la precariedad laboral. Al atardecer, les propuso seguir las enseñanzas del evangelio para ser felices. No hubo reproches al Gobierno, sino reiterados agradecimientos por la colaboración de las autoridades en la organización del encuentro.

El todopoderoso cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, amo y señor de la política episcopal española y azote del Ejecutivo socialista, fue todavía más lejos y dijo que los gobernantes, sin hacer distingos, habían sido «extraordinariamente generosos». A Rouco, que el viernes cumplirá 75 años, edad en que los prelados han de presentar su dimisión al Pontífice, incluso se le vio por la tarde cantar, desinhibido, en el altar levantado en la Cibeles.

PARABIENES / Ratzinger, recibido en el aeropuerto por los Reyes, el presidente del Gobierno y tres ministros, mantuvo una sonrisa perenne en largos periodos de la jornada. A mediodía, al ser cumplimentado extensamente por las autoridades, y por la tarde, a bordo del papamóvil, a cuyo paso se congregaron multitudes. También al llegar a la Puerta del Alcalá, donde fue agasajado por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Y de ahí a la Cibeles, desde cuyo estrado lanzó su primer mensaje a una entusiasta y numerosa audiencia juvenil.

El papa alemán reclamó a los jóvenes que sean coherentes con las enseñanzas de la fe católica, que no cedan a «los impulsos ciegos y egoístas, a las propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles que dejan el vacío y la frustración tras de sí», sino que sean «justos, misericordiosos, limpios de corazón y amantes de la paz». Que no se contenten con «seguir las corrientes de moda», sino que se planteen «seriamente la meta de la santidad». Que huyan de los que «creyéndose dioses» son capaces de decidir «quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias», en alusión al aborto y la eutanasia. Un alegato contra «la libertad sin Dios». Unas píldoras de catequesis difusa. Fue esa última la única referencia que, aunque a distancia, podría decirse que salpica a la legislación social española, que Ratzinger ha censurado de forma mucho más explícita en sus anteriores viajes a España.

PROTESTAS/ Las calles del centro de Madrid amanecieron pobladas de legiones de jóvenes entusiastas dispuestas a desafiar las altas temperaturas, de un ir y venir de banderas de decenas de países en medio de un festín de comida rápida. Incluso los mendigos apostados en las esquinas cruzaban las manos en señal de oración al pedir limosna.

Pocas horas antes la policía había clausurado a golpes la protesta de quienes habían desfilado por los aledaños de la Puerta del Sol y que, al cruzarla, mantuvieron un rifirrafe verbal con los peregrinos apostados en su perímetro que más tarde derivaría en algunos enfrentamientos con las fuerzas del orden. A cuenta de ello ayer hubo cruce de acusaciones y bronca política. Los 5.000 manifestantes contra el gasto público (poco o mucho, en función de las interpretaciones) que supone la visita de Benedicto XVI a Madrid, equivalen a la mitad de los que desfilaron por motivos similares en septiembre del 2010 por el centro de Londres, capital de un país de mayoría anglicana.

Zapatero acudirá hoy a la nunciatura a ver al Papa, al que prever regalar una estilográfica. Y los ministros de la Presidencia y Exteriores, Ramon Jáuregui y Trinidad Jiménez, respectivamente, almorzarán con Tarcisio Bertone, mano derecha de Ratzinger, en un encuentro del que cabe esperar que prolongue elfair play. Al atardecer, un via crucis desfilará por la Cibeles antes de que las huestes del Pontífice se adueñen durante todo el fin de semana del aeródromo de Cuatro Vientos .