análisis

El felino enseña los colmillos

ROSA Paz

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No deja de ser sorprendente que precisamente en una jornada en la que una actuación excepcional del Gobierno concita el apoyo casi unánime de los grupos parlamentarios, el presidente Zapatero -ese político al que gracias a Wikileaks se ha sabido que Eduardo Aguirre, el exembajador de Estados Unidos en España, definía como «un felino en la jungla»- enseñara los colmillos. A Zapatero se le vio enfadado. Se le notó que le irritaban las críticas del PP a lo que Rajoy consideró desidia por no haber resuelto antes el conflicto con los controladores aéreos, e imprevisión por aprobar un decreto -el primero de los tres, que concluyó con el estado de alarma- cuando ya los encargados del tráfico aéreo habían empezado a no presentarse a su puesto de trabajo.

La verdad es que, más allá de todas las razones que asisten al Gobierno en su actuación con el colectivo de controladores, que son muchas y básicamente indiscutidas, lo normal es que la oposición ponga peros a la acción de los gobernantes. Sobre todo cuando se produce un caos como el que tuvo lugar en los aeropuertos españoles el viernes pasado, que todos, sin excepción, atribuyen a los empleados públicos que abandonaron sus puestos de trabajo, pero que la oposición tiene el derecho de cuestionar. De hecho, forma parte de sus obligaciones ante los ciudadanos para clarificar lo ocurrido.

Así que, para una vez que Rajoy resiste la tentación de aprovechar una situación delicada para tratar de hundir a Zapatero y acelerar su llegada a la Moncloa, el presidente salta como un gato. Y eso que el líder popular tuvo los reflejos de rectificar lo que en un primer momento, el viernes 3, pareció una continuidad de esa estrategia del cuanto peor, mejor, que ha ido desgranando en los últimos meses cada vez que el Gobierno ha tenido que adoptar una medida de urgencia por la crisis económica. Aun así, el líder popular no quiso dejar escapar la oportunidad de atizarle a Zapatero y a su ministro de Fomento, aunque para esto último utilizase una durísima frase pronunciada por el entonces portavoz socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, contra Rafael Arias-Salgado, titular de ese ministerio en 1999. Volvió a ser aquello de que por la boca muere el pez, porque Rubalcaba llamó entonces «inútil» y «caradura» al ministro popular, lo que desmonta, en parte, la acusación de la falta de respeto y el desprecio que Rajoy emplea cuando critica a los miembros del Gobierno.

La tensión con Rajoy -y el guante blanco con Duran y con Erkoreka, que se mostraron mucho más comprensivos con la situación- hizo que lo que se presentaba como un debate de trámite acabara por ser un debate clarificador. En muchos aspectos. Porque se volvió a ver al felino Zapatero contundente y convincente, que desgranó con firmeza las claves de la crisis con los controladores: «Lo que se juzga hoy -dijo- no es un conflicto laboral, es un desafío al orden democrático». Ahí es nada.