el pulso soberanista

Los empresarios ya asumen que habrá referéndum

Reparto de folletos a favor de la independencia catalana en un acto en Glasgow.

Reparto de folletos a favor de la independencia catalana en un acto en Glasgow.

OLGA GRAU

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El poder empresarial catalán, el que se reúne en el Cercle d'Economia y el Círculo Ecuestre, el que participa en el Instituto de la Empresa Familiar y en el Consejo Empresarial para la Competitividad, está experimentando una transformación intelectual y emocional. En el ambiente se ha empezado a asumir una realidad, que en general no gusta, pero que hasta ahora era objeto de negación o que se percibía reversible. «La situación en Catalunya ha llegado a tal punto que algún día, probablemente, tendremos que votar», reconocía la semana pasada un conocido empresario pocos días antes del 9-N.

En la mente de los empresarios, acostumbrados a gestionar sus compañías con planes de negocio a medio y largo plazo y a diseñar planes de contingencia ante situaciones adversas, ha empezado a calar la idea de que en Catalunya algún día, tarde o temprano, habrá un referéndum sobre la independencia como el que se produjo en Escocia. Se ha llegado a un punto de no retorno.

Y los grandes empresarios, pragmáticos y muy alejados actualmente del president Artur Mas, con quien no se ven ni apenas se hablan en una progresiva desconexión que empezó hace meses, reflexionan en privado en múltiples foros y reuniones no ya sobre si debe haber un referéndum o no, si no como se debe preparar el terreno para convencer a los indecisos de que la prosperidad será mayor para ellos si se mantienen dentro de España. Preparan el terreno para el post 9-N.

Hasta hace poco, los grandes patronos catalanes apostaban por una vía pragmática que creían perfectamente posible: blindar algunos temas emocionales y culturales en Catalunya como es la cuestión de la lengua, para que el Ministerio de Educación de turno no genere conflictos competenciales, y una mejora de la financiación autonómica que, eso sí, todos coinciden en que es deficitaria y gravosa para Catalunya.

Ahora, ya no. Estos empresarios, que cenaban la semana pasada en sus residencias en la zona alta de Barcelona con el ruido de fondo de las caceroladas de protesta por la impugnación del 9-N, perciben que la corriente a favor del derecho a decidir es transversal a clase social y condición por más que el presidente del Gobierno Mariano Rajoy lo niegue.

Un ejemplo de esta nueva dinámica de pensamiento es el debate que se produjo la semana pasada en uno de los muchos encuentros que tienen lugar estos días en los círculos empresariales catalanes. En este caso, una reunión restringida celebrada en el Círculo Ecuestre apenas tres días antes del 9-N, en el que se invitó como ponente al periodista, escritor y filósofo británico Hugo Dixon, autor del libro 'The In/Out Question: Why Britain should stay in the European Union' (El dilema de dentro o fuera: por qué Gran Bretaña debe seguir formando parte de la UE).

El autor, fundador de BreakingViews, editor de Thomson Reuters y durante años colaborador de 'The Economist y The Financial Times', ofreció, ante un restringido grupo de empresarios y directivos, su análisis sobre cuáles fueron los errores que cometió David Cameron respecto del referéndum de Escocia. «Cameron no se equivocó convocando un referéndum, se equivocó en cómo lo hizo. Si la gente quiere de verdad un referéndum se le tiene que facilitar porque eso es la democracia», afirmó el analista político, muy respetado en Gran Bretaña.

ERRORES ESCOCESES

¿Qué errores se extraen del referéndum escocés? Dos. El primero, según Dixon, fue pactar un referéndum sin haber antes negociado y pactado las condiciones de la independencia de Escocia: reparto de la deuda, calendario de traspasos, detalles del nuevo mapa económico, pertenencia o no de Escocia a la Unión Europea, uso de la libra en qué condiciones, financiación o no de la economía a través del Banco de Inglaterra y el futuro del petróleo. Una negociación previa que permitiera a los ciudadanos decidir el voto en función de una realidad pactada y no de las emociones.

El segundo error, según Dixon, fue la pregunta. «Psicológicamente no es lo mismo hacer campaña por el  que campaña por el no, se debería haber planteado una pregunta que permitiera a los que se quieren quedar contestar algo en positivo porque eso siempre gusta más», planteó Dixon. En vez de ¿Quiere una Escocia independiente? Se podría plantear: ¿Quiere usted permanecer en el Reino Unido?.

Del debate escocés surge un concepto muy de moda en Gran Bretaña, devo-max. Los británicos, entusiastas de las abreviaciones y palabras hechas (llaman brixit a la salida de Gran Bretaña de la UE sumando los términos britain y exit) traducen devo-max como máxima devolución (maximun devolution) de competencias de Gran Bretaña a Escocia.

Pocas semanas antes del referéndum, cuando una encuesta dio como resultado la posible victoria de la independencia, los tres principales partidos del Parlamento británico se comprometieron a ofrecer una nueva versión de devo-max si Escocia votaba no. Este proceso de traspaso de competencias o descentralización se inició en 1998 y prosiguió en el 2012 delegando más poderes al Parlamento escocés de Holyrood.

Los empresarios catalanes se preguntan ahora no sin dudas: ¿será capaz Mariano Rajoy de negociar un referéndum y plantearse una nueva versión de Devomax para Catalunya para convencer a los indecisos? Los patronos lo tienen claro. Ya que habrá que votar, empieza la campaña por un  que implique un no a la independencia.