RELEVO AL FRENTE DE LA GENERALITAT

Primer día en el Palau

Mas saluda a los ciudadanos en la plaza de Sant Jaume.

Mas saluda a los ciudadanos en la plaza de Sant Jaume.

TONI SUST
BARCELONA

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Y por fin llegó el día grande de Artur Mas. El segundo líder de CiU se convirtió ayer en el 129º presidente de la Generalitat, el octavo de la era moderna -tras Francesc Macià, Lluís Companys, Josep Irla, Josep Tarradellas, Jordi Pujol, Pasqual Maragall, José Montilla- y el quinto desde el final del franquismo y la restauración de la democracia.

Aunque dice que llega, Mas regresó al Palau de la Generalitat en el que tantas veces había entrado como conseller, con cara de sosiego, interiorizado el clima de reconciliación con casi todo el mundo que despliega desde las pasadas elecciones catalanas. Entra en el edificio para quedarse ocho años, 12 máximo, las urnas mediante.

El nacionalista siguió con el despliegue de gestos amistosos hacia José Montilla, una política que llevó hasta el último instante. Porque cuando, tras tomar posesión, acompañó al ya expresident hasta el coche, en la salida del Palau, hubo algunos pitos para el socialista, a los que Mas respondió aplaudiéndole.

Un ágape frugal

La familia del líder de CiU vivió con emoción la jornada. Mas no llevará a los suyos a vivir a la Casa dels Canonges y seguirá residiendo en su domicilio, como casi todos sus antecesores, aparte de Tarradellas. Pero ayer invitó a su familia a almorzar en lo que podría considerarse como la primera vivienda de Catalunya. Una comida breve y frugal, según anunció. Antes de comer pasó por el que será su despacho en adelante. Allí se encontró con una carta manuscrita de Montilla que, satisfecho, calificó de «muy patriótica y con mucho sentimiento». En la misiva, el socialista se puso a disposición de su sucesor en el cargo, le deseó suerte y le anticipó que no se sentirá solo, «por la especial estima» que los ciudadanos sienten por el president.

No solo Montilla lo hizo. También los suyos, los miembros de CiU, arroparon al nuevo president. Se vieron caras del presente, quizá de futuro y algunas del pasado. Sin duda, la presencia que más llamó la atención fue la de Lluís Prenafeta, exsecretario general de Presidència, y como tal mano derecha de Pujol, y también uno de los detenidos en la caso Pretoria, y encarcelado por ello. Al otro detenido y encarcelado por esta operación, Macià Alavedra, no se le vio.

Aparte, claro está, del propio Pujol, acudieron veteranos de CiU: Josep Maria Cullell, Joan Rigol, Joaquim Molins, Ignasi Farreres. De la clase política española, muy pocas caras: Manuel Chaves, como representante del Gobierno y Rodrigo Rato, que de hecho ya no es político.

Ya como presidente catalán, Mas salió al balcón, saludó a los presentes y les deseó un buen año y suerte. Después bajó y se dejó besar unos minutos. En el balcón le acompañaban su esposa, Pujol y Xavier Trias, ante el que Mas señaló al frente, indicándole el ayuntamiento, que este intentará asaltar en las municipales.

Ese señor junto a Mas

Y le acompañaba ese señor que desde el 28-N sale en todas las fotos: Josep Antoni Duran Lleida. El esfuerzo titánico que Mas ha hecho en los últimos días para que Duran tenga todo el protagonismo no tiene precedentes ni parangón.

Cuando el pueblo congregado en la plaza empezó a corear «independència», las sonrisas desaparecieron al instante, la delegación entró y dejó el balcón vacío. Porque Mas quiere hacer lo que los catalanes le pidan, pero todavía no ha llegado la hora de escuchar esa petición del pueblo.

Como es lógico, la oposición pasó considerablemente desapercibida. Hubo quejas, como la del popular Jorge Fernández Díaz: «Si esto no es sociovergencia, que venga Dios y lo vea». Y alguna impuntualidad. Por mucho, la última en llegar al acto fue la consellera en funciones Montserrat Tura. El penúltimo en presentarse fue el líder de Solidaritat Catalana, Joan Laporta, que no había confirmado su asistencia. Algunos de los que después gritarían a favor de la secesión dedicaran algunos pitos al expresidente del Barça.

Entre la euforia de los ganadores se vieron algunas caras de decepción, ya resignada. Caras que ahora tendrán que cambiar de aires.