Editorial

La fiebre planetaria por Pokémon GO

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El espectacular caso de Pokémon GO, un videojuego con implantación y beneficios supersónicos desde su aparición hace apenas una semana, nos sitúa de golpe ante el nuevo fenómeno de la realidad aumentada. Esta fusión del mundo físico y el virtual se ha materializado en un juego de la compañía Nintendo que ha atrapado de forma todavía mayor que Candy Crush. La novedad, el placer lúdico por jugar -para adolescentes y mayores- y por competir son algunas explicaciones de un extraordinario éxito que ha llegado para quedarse. Porque la realidad aumentada, otro exponente de la incesante revolución digital, no es una moda y sí acaba de vivir el primer caso masivo. Solo hay que recordar, por ejemplo, el misterio que rodea a la 'start-up' Magic Leap, que desarrolla esta tecnología en Silicon Valley, y que cuenta con inversiones millonarias de grandes multinacionales como Google.

El impacto debe llevar también a una reflexión sobre dónde está el límite. El mundo virtual obliga a que la sociedad sea capaz de definir cuanto antes nuevos marcos normativos. El debate sobre cómo se inmiscuye en ámbitos privados está ahí y exige una actuación rápida, aunque siempre será más lenta que los nuevos escenarios que se plantean. Y lo que sí debería imperar es el sentido común porque un campo de concentración (ya se ha prohibido en el de Auschwitz) no es lugar para perseguir criaturas virtuales. Tampoco lo es el piso del vecino o mientras se espera a que el semáforo se ponga verde.