Editorial

Las reacciones tras el suceso del avión ruso

El desafío que plantea la guerra de Siria y la descomposición de Libia requieren una respuesta coordinada de la UE y de los demás países afectados

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La hipótesis de un fallo técnico en el avión ruso que se estrelló el sábado en el Sinaí con 224 personas a bordo poco después de despegar de la localidad turística egipcia de Sharm el Sheij nunca fue considerada creíble. Tampoco parecía verosímil el derribo del aparato por parte del Estado Islámico. La opción que ha cobrado más verosimilitud, a falta siempre de un minucioso informe técnico, es la de la explosión de una bomba que estaba en el avión. De confirmase esta hipótesis la seguridad de los controles egipcios quedaría muy dañada. Por el momento, lo ocurrido ya ha perjudicado al turismo del país -por otra parte, muy maltrecho-, con la cancelación de vuelos a uno de los grandes atractivos de su zona geográfica.

Cuanto ha ocurrido ha suscitado reacciones que deben ser mejoradas. El Reino Unido decidió ir por libre y fue el primero en suspender los vuelos a la estación turística (el día precisamente que el presidente de Egipto, el general Abdel Fatah al Sisi, iniciaba su primera visita oficial a Londres). El desafío que plantea la guerra de Siria y la descomposición de Libia por citar las crisis mediorientales generadoras de mayor inestabilidad requiere una respuesta coordinada de la UE y de los demás países afectados. Por el contrario, asistimos a decisiones tomadas nacionalmente, como la de Francia que anuncia el aumento de su dispositivo militar contra el EI así como la suspensión temporal de Schengen un mes antes de la cumbre del clima a celebrar en París.