Pederastas 'impunes'

Jozef Wesolowski, exnuncio en la República Dominicana, en un acto en el 2009.

Jozef Wesolowski, exnuncio en la República Dominicana, en un acto en el 2009.

IRENE SAVIO / ROMA

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Cuando hace una semana el tribunal de Wolomin (Polonia) condenó por pederastia a siete años de prisión al exsacerdote Wojciech Gil -conocido del más famoso Józef Wesołowski, el exnuncio que se encuentra recluido en el Vaticano por ese mismo delito-, a la periodista Agnieszka Zakrzewicz se le removieron las entrañas. «Increíble. Con tal de no celebrar el juicio y debatir el caso, el tribunal aceptó la condena propuesta por el abogado defensor de Gil en la primera vista del proceso. Una vez más, se prefiere la opción menos escandalosa a la verdad», argumenta Zakrzewicz. «Además, le han impuesto siete años, es decir, la mitad de la pena máxima a la que se enfrentaba», añade la periodista, que lleva una década investigando y denunciando los abusos del clero polaco.

Aun cuando a partir del 2002, y con más intensidad desde el 2009, el escándalo de los abusos clericales saltó a las portadas de los diarios de los cinco continentes, Polonia -tierra natal del difunto Juan Pablo II-, permaneció en los dominios del silencio y de la impunidad. Y sus víctimas (niños, luego adultos), olvidadas. Una situación que, salvo casos particulares y todavía escasos, está lejos de clarificarse completamente, según las víctimas.

«En países como Irlanda estos abusos se han afrontado, la Iglesia ha pedido perdón, la sociedad ha condenado sin resquemores. Nosotros, en Polonia, vivimos una situación dramática. Hay miembros del clero que han llegado a decir que son los niños los que provocan a los curas pederastas; conseguir un resarcimiento económico es prácticamente imposible y los archivos que hay sobre el tema aún no han sido abiertos», denuncia Marek Lisisnki, presidente de la fundación de víctimas polacas No tengáis miedo, que recientemente viajó a Roma para pedir la ayuda del Vaticano. «Lo hicimos porque la jerarquía católica polaca nos ha dicho claramente que no quiere ni vernos, ni hablarnos. Siguen encubriendo», explica.

La misma asociación fundada por Lisisnki ejemplifica la dificultad del caso polaco. A pesar de que la mayoría de sus miembros son víctimas que sufrieron abusos hace 30 e incluso 40 años, solo hace dos, en el 2013, Lisisnki logró convencer a otros afectados a asociarse y luchar por sus derechos. Enseguida llegaron más adhesiones y estos últimos meses también se ha creado una segunda organización, Polish Survivors.

Ocurrió después de que Jozef Michalik, uno de los más influyentes prelados del país, en octubre del 2013 -es decir, mientras en Roma el papa Francisco aprobaba leyes para endurecer los castigos a sacerdotes pederastas-, llegara incluso a sugerir que los niños tienen parte de la culpa de ser objeto de abusos sexuales a manos de curas. «Fue al ver a otros que también denunciaban cuando me atreví a hablar por primera vez», explica a este diario Stanislaw, uno de las afectados de No tengáis miedo.

DEPRESIÓN Y ALCOHOLISMO

Stanislaw, como Dariusz Krokoszynski, otra víctima, temieron, durante mucho tiempo, contar sus historias y solo recientemente lo han hecho. «Aunque nadie me podrá resarcir por lo sufrido, la depresión y el alcohol, sentí que había llegado el momento de contar la verdad», dice ahora Dariusz. «El problema es que muchos casos se cometieron hace décadas y, por tanto, han prescrito. Y además los tribunales civiles polacos no son particularmente dados a la colaboración con las víctimas», indica la periodista Zaakrzewicz.

Varios observadores creen que esta situación está vinculada con que, en Polonia, la influencia y el poder de los grupos que gobernaban la Iglesia durante el papado de Juan Pablo II aún sigue vigente. Sin embargo, estas acusaciones son rechazadas por el clero polaco. «Decir que la Iglesia polaca no ayuda y continúa encubriendo abusos es una afirmación falsa», sostiene monseñor Jaroslaw Mrowczynski, vicesecretario de la Conferencia Episcopal Polaca, en un correo electrónico remitido a este diario.

El argumento de Mrowczynski es que el debate sobre cómo prevenir estos terribles delitos no ha alcanzado a toda la sociedad. Por el contrario, según insisten Zaakrzewicz y Lisisnki, el problema es que todavía no ha habido una verdadera asunción de culpa por parte del clero polaco.