Gente corriente

Mercè Pelejà: «Preguntaron quién quería llevar el Àliga y alcé la mano»

Un año más, esta mujer da vida a la figura del Àliga durante las fiestas de la Mercè.

«Preguntaron quién quería llevar el Àliga y alcé la mano»_MEDIA_1

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MÒNICA TUDELA

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Mañana, a las siete de la tarde, las figuras del imaginario festivo de la ciudad saldrán desde el palacio de la Virreina hasta la plaza de Sant Jaume en el Seguici inaugural, la tradicional comitiva de las fiestas de la Mercè. El Àliga, seguramente la figura más emblemática de todo el bestiario, descansará sus 45 kilos de peso en hombros de esta mujer. Mercè, administrativa de 56 años, la lleva con cariño y entrega desde el año 2005.

-¿Preparada para el inicio de la Mercè?

-Sí. A mí y a todo el grupo se nos pone la piel de gallina cuando estamos en la Virreina, a punto de salir a la calle, y escuchamos a la gente fuera. Hemos preparado a fondo los ensayos de los bailes, así que estamos cansados pero ilusionados, con muchas ganas.

-En el siglo XVII para portar el Àliga había que pasar duras oposiciones. ¿Tuvo usted que superar alguna prueba para llevarla?

-¡Qué va! En mi caso, no. Era gegantera de la colla del Poblenou, en Barcelona. Un día, en una reunión preguntaron quién quería llevar el Àliga y yo alcé la mano. Me captaron y, desde entonces, han pasado 10 años.

-Se emociona al contarlo...

-Sí, mucho. Es que llevar el Àliga es un honor y un orgullo. Es una figura que se lleva muy bien, está muy bien equilibrada... Cuando la llevo me mueve la ilusión.

-¿Qué simboliza el Àliga?

-Es la máxima representante de protocolo de Barcelona. Pero para mí es algo más. Es el estandarte del bestiario. Está cargada de sentimiento y llevarla te llena. Es como si llevaras la bandera de Barcelona o la de Catalunya sobre tus hombros. Además, el Àliga sale muy puntualmente. Eso hace mayor su valor.

-Cada figura tiene un baile característico. ¿Cómo es el del Àliga?

-Muy ceremonial. Primero hace simplemente una cruz, luego un pequeño tirabuzón y al final es una espiral que acaba de forma muy rápida. Hace muchos años que este baile se mantiene casi intacto. La primera vez que lo hice pasé muchísimos nervios y lo terminé unos segundos antes de lo que tocaba. Ahora, después de tanto tiempo, ya lo tengo más por la mano (risas).

-¿En su colla sienten todos la misma pasión por las figuras?

-Las queremos, sí. Acabamos amando a los gigantes, al Àliga, a la Víbria... Hay un gran sentimiento de unión y de grupo. Es muy difícil que lo puedas entender si no te gusta. A algunos les gusta el fútbol y sienten pasión por él. Yo la siento por esto, por el Àliga, por el bestiario y por la colla. Se lleva dentro.

-Hay voces que dicen que la tradición de gigantes y figuras está pasada de moda. ¿Cree que la fiesta sigue viva?

-¡Por supuesto! No hay más que ver cómo está la calle durante la Mercè, en una cabalgata o durante el Toc d'Inici, por ejemplo. ¡Todo el mundo está esperando a que salgamos! También es verdad que a veces llegamos a algún pueblo o barrio y aquello está muerto. Pero empiezas a tocar música y la gente mira por las ventanas y ya comienzan a bajar niños y a seguir a los gigantes.

-¿Hay relevo generacional en las colles?

-Sí. No tanto como querríamos, pero sí hay bastantes chicos y chicas jóvenes. Si disfrutan y encuentran un buen ambiente con gente de su edad suelen quedarse. Pero, como todo, va por épocas.

-¿Cómo es el público de Barcelona?

-Es un público agradecido. Por lo que yo veo desde mi ventanita cuando estoy dentro del Àliga, a los barceloneses les gustan los gigantes y las fiestas. También hay muchos guiris. En Ciutat Vella está plagado de extranjeros que nos miran. Son respetuosos y se quedan muy sorprendidos. Deben pensar: «Esta gente de Barcelona está cada día de fiesta. No trabajan nunca».