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Deltebre y Sant Jaume ya cruzan el río Ebro a través de un puente

CRISTINA BUESA / Sant Jaume d'enveja / Deltebre

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Hubo algo de épico, ayer, cuando los dos alcaldes se encontraron en mitad del puente y los vecinos explotaron en un «bravo» con unaolarguísima acompañada de un entregado aplauso. Por fin. Tras décadas de reivindicaciones, Deltebre (Baix Ebre) y Sant Jaume d'Enveja (Montsià) ya están unidas desde ayer a mediodía por un puente. Una estructura de 250 metros de longitud que acaba de una vez con una separación que iba más allá de la lengua de río Ebro que riega sus orillas.

Solo había una forma de cruzar de un lado a otro. Bien, para ser exactos, había dos. La alternativa más larga consistía en recorrer 25 kilómetros ya que los residentes en la zona tenían que llegar casi hasta Amposta y después seguir de nuevo paralelos al cauce fluvial. La otra, la más habitual, era tomar un transbordador y alcanzar el municipio de delante.

EL ÚLTIMO, A LAS 10.15 HORAS / Martí Esteban Llambrich, patrón del transbordador Garriga, hizo ayer el último viaje de esta plataforma neumática de hierro a las 10.15 horas. Tres cuartos de hora después estaba prevista la inauguración y cerraron para siempre el servicio, que prestaba su familia desde 1849. «Estoy contento. Es una sensación difícil de explicar pero me siento aliviado», confesaba junto a la valla que avisaba de que la barcaza estaba fuera de servicio, en Deltebre.

Martí Esteban contaba ayer que se ha pasado 18 de sus 36 años cruzando el Ebro. Ocho viajes por hora. Dieciséis horas al día. Cuarenta coches por hora, según la época del año. Transportistas, trabajadores, abuelos, chavales que iban al instituto, ciclomotores, bicis, hasta autocares. De 50 céntimos a 12 euros, aunque los precios de visitantes y residentes eran diferentes, claro.

ALGO INIMAGINABLE / «Me sorprende que haya gente que se sienta triste por la desaparición del paso en barca. Tienen una sensación agridulce que no comparto», sonreía la cuarta generación de barqueros. Su bisabuelo, capitán de laAnita(una vaporeta que llevaba a los agricultores por el río en los años 20), ya le hablaba de construir un puente, explicaba Esteban. «Para los mayores era algo inimaginable, algo que creían que no verían jamás», explica.

Por eso acudieron en masa al estreno. Centenares de vecinos no se quisieron perder el momento histórico -como recalcaban en la mayoría de conversaciones- que suponía pasar a la ribera opuesta a pie, en coche, en bici. «Piensa que ahora habrá gente de Sant Jaume que estará más cerca del centro de Deltebre que sus propios vecinos», comentaba el sacerdote de Sant Jaume, Jordi Salvadó, cansado de tener que esperar un cuarto de hora o 20 minutos hasta la llegada del transbordador. A sus feligreses les cambiará la vida.

A VER LA NOVIA A NADO / Entre el tumulto, los políticos. Los alcaldes, emocionados. Elpresident, José Montilla, besuqueado y fotografiado a discreción. Elconsellerde Política Territorial, Joaquim Nadal, reproduciendo una conversación con una mujer del lugar que le aseguraba que años atrás algunos muchachos optaban por cruzar el río a nado para ver a sus novias. «Ahora no tendrán que hacerlo», rió Nadal.

Los coches pasaban ayer despacio por el esbelto puente. No asumían del todo que ya estuviera construido. Por eso, un rato después de que se fueran las autoridades, corrió la voz que lo cerraban otra vez hasta el domingo para hacer unos retoques. Pero no sera así.