Al contrataque

Viva el mar Merkelerráneo

Sobre los polizones, cancillera, no sufra, nadie repara en ellos. Solo son noticia cuando se hunde su barco, pero a los dos días nadie les recuerda

Viva el Mar Merkelerráneo_MEDIA_1

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ERNEST FOLCH

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Querida cancillera de Alemania y presidenta de todos nosotros, me hace infinitamente feliz comunicarle que tenemos un gran regalo para usted. Es tan original que seguro que no lo espera. Y es tan grande que no puede envolverse. Tampoco puede transportarse porque es líquido, hecho que le obligará a ir usted hasta el regalo, pero le aseguro que le encantará. Aquí lo tiene: es el Mediterráneo entero, sí, como lo oye, de Gibraltar a Beirut y de Atenas a Alejandría. Lo sé: ya era un poco suyo, sus turistas ya hace tiempo que inundan la Acrópolis, la Rambla de Barcelona, Antalya en Turquía y qué decir de Cala Rajada en Mallorca, que ya es territorio alemán. A partir de hoy, el alemán pasará a ser la lengua oficial de nuestras playas, y así se regularizará la situación de sus súbditos, que ahora lo hablan igual pero sin el reconocimiento indígena debido. A Varoufakis lo podrán doblegar finalmente con la entrada de los buques de la troika en El Pireo, y los euros alemanes secuestrados por los griegos volverán finalmente a casa.

Este mar maravilloso de aguas cristalinas, playas paradisíacas y este sol que colorea sus pieles blancas solo tiene un pequeño y único inconveniente. Es un minúsculo detalle sin importancia, que se lo advertimos solo por si usted o uno de sus compatriotas se lo encuentran paseando con uno de sus veleros en una dulce puesta de sol. Quizá vean en el horizonte alguna mancha, quizá sean dos o tres: si se acercan verán que son unas embarcaciones gigantes llenas de personas oscuras apelotonadas. Son un poco aparatosas, pero ya verá que no pasa nada, simplemente huyen de estos países que sus aliados decidieron bombardear una vez que determinaron que ya no serían más amigos de sus dictadores. Sobre estos polizones, no sufra, nadie repara en ellos. Solo son noticia cuando se hunde su barco, pero al cabo de dos días nadie se acuerda de ellos.

Deudas y víctimas

Ahora que el Mediterráneo ya es suyo, serán víctimas suyas y ya podrá dedicarles uno de sus mausoleos, como hizo con las víctimas del avión. Su amigo Hollande y usted podrán sobrevolarlos de vez en cuando con su helicóptero y entonces seguro que ya no tendrá ningún reparo en comprar alguna lancha más para rescatarlos. Incluso podrá dedicarles una declaración: bastará que hable por primera vez de ellos y noten así que algo ha empezado a cambiar.

Ya lo ve: en el Mediterráneo no solo tenemos deudas que devolver, también víctimas que a partir de ahora sentirá por fin como suyas. Y es que en este mar, como en sus cuentas impecables, también hay un debe y un haber. El dinero que le debemos y que le pagaremos a plazos hasta la eternidad servirá al menos para sufragar asilos donde vivirán sus nuevos súbditos. Buena suerte con su nuevo mar. El Mediterráneo ha muerto, viva el Merkelerráneo.