La economía y las finanzas

Sobre banqueros

Los patrones de banco suelen ser singulares; Sardà Dexeus los consideraba usureros distinguidos

ANTONI SERRA RAMONEDA

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Los sermones de la señora Merkel han llevado a François Hollande y su mano derecha Manuel Valls a sustituir a Arnaud Montebourg por Emmanuel Macron como ministro de Economía. El cambio es considerable, pues tienen perfiles opuestos. El cesante era un socialista enragé para quien el mantenimiento del Estado del bienestar primaba sobre el temor al déficit y la inflación. Su sucesor es un joven de 36 años con una curiosa trayectoria. Sus primeros pasos fueron en el mundo académico trabajando junto a Paul Ricoeur, un eminente filósofo francés estudioso de la conciencia humana, y su interés se centró parcialmente en la obra de Maquiavelo. Obtenido su máster en el 2008, hizo un quiebro y entró en el mundo de las finanzas al aceptar un importante cargo en el grupo Rothschild, un banco de inversión con fuertes tentáculos en la economía francesa. Ya engalanado con corbatas de Armani y los trajes oscuros de corte impecable que son el uniforme de la profesión, no dudó en aceptar la propuesta de Hollande, con quien había coincidido en algún acto social y sintonizado en su visión de los problemas de su país.

Aunque hasta la fecha se ha mostrado muy cauto en sus declaraciones, los sindicatos y el ala izquierdista del partido socialista han fruncido el ceño. No en vano su primera actuación ha sido convencer al presidente de retirar la propuesta de imponer una tributación del 75% a las rentas superiores al millón de euros. Su argumento fue que esta medida convertiría a Francia en una Cuba sin sol, una frase ingeniosa pero reveladora. En cambio, los empresarios se muestran satisfechos pues mantienen que hablan el mismo lenguaje, lo que facilitará la sintonía. Que Macron tiene la cintura de un buen driblador como Messi es un hecho que su trayectoria demuestra. Pero veremos si será capaz de sortear a todos los que quieran arrebatarle el balón aunque sea a base de tarascadas o de zancadillas.

Al mentar el mundo del fútbol me ha venido a la memoria la comparación que me hizo un día un amigo a quien reprochaba que en sus negocios tomaba decisiones de discutible legalidad. Su respuesta, merecedora de reflexión, es que igual que un delantero con olfato goleador ha de estar siempre al borde del fuera de juego, un empresario de tronío ha de saber llegar al límite de las normativas legales, e incluso forzarlo. Es obvio que el recién fallecido Emilio Botín fue todo un personaje que, gracias a su arrojo y su tesón, consiguió hacer del aseado banco que heredó de su padre una entidad considerada hoy internacionalmente de primerísima categoría. Quizá sin saberlo, siguió la norma que mi amigo me había recordado. Su historia demuestra que en varias ocasiones un juez de línea, pero con toga y birrete, levantó el banderín para señalar al colegiado que el banquero estaba en situación irregular por haber traspasado la línea del fuera de juego y debía ser sancionado. Pero en todas las ocasiones en que ello ocurrió el colegiado hizo caso omiso de la advertencia y dejó que el juego continuara. O no había visto la señal que le hacía su auxiliar, o interpretaba de manera distinta el reglamento. La cuestión es que gracias a estas actuaciones arbitrales consiguió marcar algunos goles de antología. Que yo recuerde, solo una vez tropezó con un árbitro que le dobló el brazo al obligarle a cambiar de consejero delegado. En las otras ocasiones salió indemne de la presunta infracción.

Los banqueros suelen ser personajes singulares quizá por el poder que acumulan, especialmente cuando están al frente de entidades too big to fail, demasiado grandes para permitir que conozcan tropiezos de importancia. Sardà Dexeus solía decir que no eran sino usureros distinguidos, cuando en sus discusiones con colegas se magnificaba su cometido social y benefactor. Y Fernando Pessoa describió magistralmente la capacidad que pueden llegar a tener para construir sofismas que les hagan parecer lo que no son. Lean si no su ingenioso ensayo El banquero anarquista y pasarán un rato delicioso.

Pero hemos rizado el rizo. Un exministro de Hacienda y expresidente del FMI, al convertirse en banquero consideró que era legal y ético seguir con la vergonzante práctica de repartir entre sus colaboradores, ya con unos emolumentos de muchos ceros a la derecha, unas tarjetas negras con las que hacerse un sobresueldo limpio de polvo y paja. Los importes con ella gastados iban a parar a una cuenta donde se cargaban los quebrantos de las tarjetas de colorines repartidas entre su clientela. O es que el cargo de banquero provoca una extraña transformación en el cerebro de quien lo asume y borra de su memoria el acervo acumulado en etapas anteriores o es que ya no tenía los valores morales exigibles cuando fue designado ministro o jefe del FMI y quienes lo auparon a estos cargos se equivocaron.