Los SÁBADOS, CIENCIA

Regular las terapias alternativas

Solo existe la medicina que sirve para solucionar los problemas de salud y usa métodos garantizados

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PERE PUIGDOMÈNECH

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El Gobierno del Estado ha anunciado que publicará una regulación de las prácticas no convencionales que proponen remedios para temas de salud. Es un tema complicado al que se han enfrentado diferentes países. De hecho, hace unos años la Generalitat ya dictó un reglamento que fue anulado por el Tribunal Constitucional. Hay quienes creen que estas prácticas son una alternativa a la medicina convencional y quienes piensan que lo que proponen es un engaño. A la hora de decidir en qué condiciones se permite utilizarlas se presentan unos dilemas complejos.

EN DIARIOS y en internet encontramos una gran cantidad de anuncios que proponen tratamientos muy diversos para diferentes tipos de dolencias y que no son los tratamientos que formulan normalmente los médicos y los hospitales. Es un conjunto heterogéneo que va desde el uso de plantas y otros remedios basados en la tradición hasta la homeopatía, la acupuntura, las prácticas orientales, la osteopatía, la imposición de manos y un largo etcétera. Si lo ponemos de forma sencilla, el dilema se encuentra entre la afirmación de que no hay ninguna prueba de que estas prácticas tengan base objetiva alguna (y es cierto), y la de que hay gente que las ha probado y le han funcionado (lo que podemos comprobar a menudo). En medio hay un complejo entramado de ideologías diversas y de intereses comerciales que hacen que las cosas no sean fáciles.

Nuestro sistema de salud está montado con la exigencia, en primer lugar, de que las prácticas que estén a disposición de los ciudadanos no tengan efectos negativos para la salud, y que además respondan a lo que anuncian, que causen el bien que se espera de ellas y, sobre todo, que no hagan daño.

Estos principios los aplicamos de forma sistemática a los productos farmacéuticos. Por eso tenemos unos procedimientos largos y costosos pero que nos ofrecen una garantía de que los medicamentos que usamos nos ayudan a tratar alguna enfermedad o a prevenirla. Y a pesar de todo, a veces hay problemas. Nuestras prácticas médicas son muy diversas, pero tendemos a que todo lo que se hace tenga el mejor fundamento posible de que funcionan, aunque a veces no es muy fácil.

El problema con las llamadas terapias o medicinas alternativas es que cuando les aplicamos los mismos criterios que a la medicina no encontramos pruebas de que funcionen, y por lo tanto no las podemos poner al mismo nivel que las prácticas médicas ni quizá designarlas con nombres parecidos, pero el hecho es que hay gente que cree en ellas y está convencida de que le han resuelto algún problema. Serían casos en los que el llamado efecto placebo se aplica a la perfección. Utilizar algún remedio del que tenemos tan solo el convencimiento de que cura ya tiene efectos positivos para la salud. Además, cuando se discute si se deben aprobar estas prácticas se tiene en cuenta de forma más o menos explícita que quien las usa no acude al sistema de salud, que ya está bastante saturado, y además que son baratas. A veces también sucede que, a enfermos para los que no hay tratamiento, alguna de estas prácticas les da una esperanza, como lo hacen las curaciones milagrosas.

Distintos países tienen actitudes diferentes,  que incluyen incluso considerarlas parte del sistema médico. Esto es muy discutido por aquellos que preconizan una medicina basada en una demostración científica de sus efectos y que defienden que si no hay ninguna prueba de que una práctica tiene un efecto curativo no deberíamos permitir que se venda con este argumento. Pero el hecho es que también permitimos que proliferen, por ejemplo, los horóscopos y otros productos de la astrología que tienen menos base.

Por tanto, dado que es imposible demostrar el beneficio de estas terapias, al menos hay que tratar de evitar que hagan daño. Las actuales regulaciones intentan que no se ponga nada en el mercado que no haya demostrado su falta de toxicidad, y que los lugares donde se practican sean adecuados y con un personal con una formación que a menudo no es fácil de definir.

EL PROBLEMA más serio se presenta con los problemas de salud más graves. Ya sabemos que muchas enfermedades se curan dejando simplemente que hagan su curso, y si hay algún producto que proporciona una sensación de protección y no hace daño, no pasa nada. Pero en una enfermedad grave, si alguien tarda en tener un buen tratamiento por haber usado una práctica sin ningún efecto real, las consecuencias pueden ser serias. Por lo tanto, es posible que haga falta alguna regulación de estas prácticas para evitar que creen problemas, pero tratando de que no se presenten como alternativas a la medicina, para no engañar la gente.

Solo hay un tipo de medicina. Solo existe la que sirve para solucionar problemas de salud, y que debemos tratar de que utilice siempre los métodos que tengan la mejor garantía de eficacia.