Dos miradas

Puigdemont

Más que hablar de su gran capacidad emprendedora cabe definirlo como un hábil olfateador de dinero público

EMMA RIVEROLA

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La obra de gobierno del 'president' Puigdemont aún no permite reproches ni panegíricos. Para alegría -o inquietud- del votante convergente, parece innegable su compromiso con la causa independentista, con lo que aporta más coherencia ideológica que ciertos conversos súbitos. Pero si su labor al frente de la Generalitat aún está por estrenar, algunas de las condiciones que le han llevado al cargo tienen cierta enjundia. Para empezar, tenemos un 'president' a quien nadie ha votado. Colocado a dedo por otro presidenciable que ni siquiera encabezó la lista electoral. Todo legal, pero poco acorde con la radicalidad democrática que dice reclamar el 'procés'.

El plan de choque social con el que se estrena es, como disecciona EL PERIÓDICO, un revoltijo de promesas imposibles y migajas para un sistema al borde de la quiebra. Una tirita solemne para una herida lacerante que sufren millones de personas.

Hay algo más, una anécdota, pero determinante. Puigdemont desarrolló gran parte de su carrera periodística liderando proyectos subvencionados. Más que hablar de su gran capacidad emprendedora, como cacarean sus hagiógrafos, cabe definirlo como un hábil olfateador de dinero público. Puigdemont ha sido hasta ahora pieza destacada de un engranaje que, durante décadas y bien regado por el dinero de todos, ha trabajado para construir una imagen única de Catalunya. Ahora, la uniformidad subvencionada ha llegado al Palau.