Pequeño observatorio

¿Se puede aprender a escuchar?

JOSEP MARIA
ESPINÀS

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A menudo, alguien intenta explicar algo pero no lo consigue. Es interrumpido. Puede que se haga pesado. El arte de hablar no es fácil. Hablar con voz clara, buena articulación de las sílabas y el tono adecuado. Parece que los catalanes -en general, y no somos seguramente los únicos- tenemos, eso sí, un problema para hablar en público. Como si nos diera vergüenza hacerlo bien. Porque hablar bien quiere decir que se nos oiga claramente, que no soltemos las palabras de una manera precipitada. Hay excepciones, claro. Algunos políticos ya se parecen a los franceses y los estadounidenses, siguiendo el ritmo adecuado, la entonación oportunamente variada en función de lo que se dice. Pero si bien no todo el mundo domina la técnica de hablar con voz alta y clara ante la gente, a menudo aún es más difícil, para bastantes personas, saber escuchar. No me refiero al mundo político, y recuerdo aquel verso deMaragalldonde dice: «Escolta, Espanya...». España no le escuchó, y hoy sigue sin escuchar. (A fuerza de no hacerlo, es lógico que la sordera vaya aumentando y que quien quiere ser oído levante cada vez más la voz). Pero, en fin, yo hablo ahora de los ciudadanos que no siempre saben escuchar lo que dice un pariente, un amigo o un compañero de trabajo. Dejo a un lado cuando el no querer escuchar es deliberado, una reacción típica de quien no quiere hacer caso de lo que le dirán. El hecho es que, a menudo, en muchas ocasiones, concedemos una atención más bien escasa a las palabras que oímos -no nos debe extrañar que, con esta actitud, no interpretemos bien lo que nos dicen-. Un maestro, ¿puede enseñar sin que el alumno escuche? Por eso la falta de silencio en un aula es tan negativa para el aprendizaje. Y en nuestra vida social o de relación, ¿podemos entrar en una conversación, y menos en una discusión, sin haber dedicado la necesaria atención a aquello que se ha dicho? Sí, podemos hacerlo. Y no es extraño que lo hagamos. Por eso hay tantas intervenciones i-nútiles, tantas falsas interpretaciones que crean temores y tantas tensiones absurdas. No podemos escuchar si no hacemos el aprendizaje del arte del silencio. No es fácil. «Esperaré a que termine de hablar para poder entender exactamente lo que dijo». Sin mezclar lo que dice el otro con nuestras ideas previas. En la escuela, además de aprender a hablar, tenemos que aprender a escuchar (no solo a callar). Hay que practicar el silencio reflexivo para poder hablar con provecho.