El azote de la crisis

¿Podemos confiar en la exportación?

Las ventas al exterior son determinantes para esperar una recuperación de la economía española

¿Podemos confiar en la exportación?_MEDIA_2

¿Podemos confiar en la exportación?_MEDIA_2

ANTONIO ARGANDOÑA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando estalló la crisis, hacia el 2008, las empresas españolas reaccionaron con la paralización de proyectos de inversión, la reducción de costes y la provisión de las deudas de los morosos. Muchas no sobrevivieron, pero la gran mayoría llevaron a cabo un duro ajuste y a principios del 2011 estaban ya preparadas para lo que pudiese venir. Y lo que vino fue la crisis de la deuda soberana: dificultades para el crédito, nuevas caídas de la demanda e incertidumbre en niveles antes desconocidos. Las empresas llevaron a cabo un segundo ajuste, que explica probablemente las tasas negativas de crecimiento del PIB en el 2012. Y aún queda por llevar a cabo un tercer ajuste, el derivado de las últimas medidas de reducción del déficit.

Mi impresión es que entre las empresas continúa la incertidumbre y el desánimo al ver que los problemas principales -la crisis de la deuda pública y del sistema financiero y la recesión- siguen sin resolverse. Muchas de ellas están replegadas en sus cuarteles de invierno: no es buen momento, dicen, para tomar iniciativas de aumento de la producción o de inversión. Hay que esperar.

Hay, por supuesto, excepciones. Algunas no se salvarán. Otras mantienen el nivel de ingresos y cubren a duras penas los costes. Las que llevaron a cabo innovaciones exitosas están creciendo, probablemente a costa de sus competidoras retrasadas. Y otras, las exportadoras, se encuentran con una demanda en alza y buenas expectativas.

Es, pues, la hora de la exportación. Es la única variable del lado de la demanda que tiene un crecimiento positivo en los últimos meses, y la única que puede seguir creciendo en los próximos. De hecho, se repite la historia de las recesiones anteriores, en las que la exportación mantuvo la olla hirviendo hasta que se recuperaron la inversión y el consumo interior. Pero ¿cómo es posible esto si en los años delboomperdimos competitividad y ahora no podemos devaluar para recuperarla?

La primera razón para el optimismo es la buena evolución de la cuota de mercado de las exportaciones españolas en Europa y en el mundo, a pesar de haberla perdido cuando estalló la crisis. O sea, los exportadores españoles han sabido aprovechar la coyuntura. Y esto tiene que ver, en mi opinión, con los cambios estructurales que se han producido en los últimos años. En efecto, ha aumentado el número de empresas que exportan regularmente, aunque son todavía pocas. Y el mercado potencial ha mejorado. Es verdad que seguimos exportando sobre todo a Europa, pero esto es lógico -para eso entramos en la Unión Europea-, como lo es que aprovechemos nuestras ventajas en ese mercado. Pero, al mismo tiempo, ha aumentado la presencia española en mercados emergentes, con alta capacidad de crecimiento. Y nuestros bienes y servicios son más competitivos, porque batirnos el cobre con competidores de todo el mundo nos ha obligado a mejorar la calidad, la innovación y el servicio. Y, finalmente, porque en años recientes ha crecido la exportación de servicios distintos del turismo y cuyo crecimiento potencial es alto.

En todo caso, para vender fuera hay que ser competitivo. En los años delboomnuestros costes laborales unitarios se desmadraron. Pero esto se ha corregido en parte. Frente a la zona euro, estamos ahora un 4% peor que en 1999 en costes laborales unitarios, un 10% en precios de consumo, un 7% en precios industriales y un 4% en precios de exportación. O sea, no estamos tan mal. Pero hemos conseguido esto gracias, sobre todo, a haber hecho lo mismo con menos trabajadores. Y esto no es sostenible. O sea, que debemos seguir reduciendo nuestros costes y aumentando nuestra productividad.

Y esto nos lleva a otro obstáculo importante: la elevada propensión a importar que contienen nuestras exportaciones. Vendemos muchos coches, claro, pero también importamos muchos de sus componentes: para el conjunto de la economía, 100 euros más en exportaciones suponen aumentar las importaciones en casi 40. ¿Se puede mejorar esa relación? Sí. Primero, continuando con la política de moderación de los costes, de forma que ofrezca oportunidades para la industria nacional frente a los productos importados. Segundo, mediante una política que reduzca nuestra dependencia de la energía importada: en estos momentos, la energía explica la totalidad de nuestro déficit comercial.

Y tercero: mientras no cambie radicalmente nuestra propensión a importar, no nos quedará otro remedio que reducir el gasto agregado. O sea, hay que mantener una estricta política de austeridad, no como algo transitorio sino duradero. Si no, el déficit exterior seguirá creciendo, sobre todo cuando se inicie la recuperación económica, la deuda exterior seguirá aumentando y volveremos a sufrir la pérdida de confianza de nuestros acreedores internacionales. Y esto no nos lo podemos permitir. En definitiva, el cambio en el modelo económico debe estar liderado, entre otras variables, por la exportación. Y esto tendrá ventajas relevantes para nuestra competitividad y para nuestro equilibrio financiero frente a los mercados.

Profesor de IESE. Cátedra La Caixa.