tú y yo somos tres

Policía desarmado

FERRAN MONEGAL

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No habíamos hablado  todavía de las aventuras por el mundo de Pablo Vadillo, cabo de la policía municipal de Barcelona. La cadena Cuatro le está impulsando por Latinoamérica para que nos enseñe cómo trabajan otros cuerpos policiales. Es una labor meritoria la suya. Y peligrosa. Le hemos visto sumergido en los infiernos de la delincuencia de Perú (Lima), de Venezuela (Caracas), de Honduras (San Pedro de Sula). Acompaña a las patrullas locales. Lo más tremendo es que Vadillo va desarmado. ¡Ah! Un policía sin arma es como un jinete sin caballo.

Pero su labor como acompañante es luminosa: nos enseña no solo la terrible y constante criminalidad en estas ciudades, sino que constata -y constatamos- el desbarajuste, la improvisación, la falta de medios, o sea, el desastre, para decirlo corto y claro, de esos cuerpos policiales a los que acompaña. La narración de Vadillo es en primera persona. Él protagoniza los reportajes. Es un tipo de reporterismo distinto del que practica, por ejemplo, Jon Sistiaga, que nos acaba de ofrecer en Canal+ un terrible trabajo titulado 'No es país para mujeres' sobre el 'apartheid', la marginación, las torturas, las violaciones, los asesinatos, que sufren las mujeres en la India, por el mero hecho de ser mujeres. 

Vadillo no es reportero; Vadillo es un policía que reflexiona sobre la marcha sobre la delincuencia y, sobre todo, sobre las condiciones y las actuaciones policiales. Ejerce de protagonista. Es la estrella, es verdad. Pero no hay impostura en su trabajo. No es Samanta Villar haciendo teatro. Lo de Vadillo es real. Se juega el tipo. Y hace una útil reflexión  sobre su mundo, el mundo de la policía. Me gustaría que después de su periplo por Latinoamérica nos hiciera lo mismo aquí, en España. Un policía reflexionando y mostrando la problemática, la circunstancia, de la policía de su propio país. Podría comenzar en la valla de Melilla. En esa alambrada sembrada de concertinas, con seres humanos colgados de ella, intentando escalarla. O en los deshaucios.

¡Ahh! ¿Qué debe sentir un policía, un número raso, cuando tiene que acatar la orden de arrancar de su casa a un humilde matrimonio de 70 años de edad porque no le ha pagado una letra a un banco? ¿Qué piensa ese policía cuando le mandan cargar? ¿Cómo se agita su alma? Quizá muchos no lo sepan, pero si un policía no acata una orden, va a juicio. Puede acabar en la cárcel. Ánimo Vadillo. Aquí también tienes material.