La clave

¿Por qué maltratan a Iceta?

ALBERT SÁEZ

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Se habla mucho del maltrato que ha recibido el PSC por parte del catalanismo en su tránsito al soberanismo. Se ha escrito mucho también sobre la responsabilidad de los medios públicos catalanes en escarbar en las heridas internas del socialismo catalán. Se ha insisitido una y otra vez en las contradicciones entre las dos almas del socialismo en Catalunya. Pero casi nunca se ha hablado de la responsabilidad del PSOE en las desgracias del PSC. Quizá ha llegado el momento.

Por centrarnos en la última década, baste recordar la falta de consistencia de la apuesta de Zapatero por el nuevo Estatut o los comentarios sarcásticos de Alfonso Guerra durante los trabajos de la  Comisión Constitucional, cargados de una chulería que cubrió de tintes dramáticos el ejercicio de la soberanía del Congreso. Sin olvidarnos de aquel pacto nocturno en la Moncloa entre Zapatero y Mas para desbancar a Maragall de la Generalitat. Igualmente lacerante para el PSC fue la inoperancia del Gobierno en la esperpéntica redacción de la sentencia del Tribunal Constitucional.

El mejor candidato

Lo que resulta incomprensible es que ahora, a pocas semanas del 27-S, los barones socialistas le hagan la jugarreta a Miquel Iceta de oponerse a que el PSOE defienda la «singularidad» catalana en la futura reforma constitucional. ¿Por qué hacerle esta mala jugada al hombre que ha cogido las riendas del partido en el peor momento, que lo ha pacificado para que los alcaldes conservasen sus feudos a pesar de que le despreciaron en dos ocasiones y de que es el mejor candidato que han tenido desde Pasqual Maragall? No se entiende de ninguna de las maneras a no ser que el objetivo sea Pedro Sánchez en lugar de Iceta.

Esa intelectualidad que jalea constantemente al PSC para que abandone el elefante conceptual del proceso catalán debería gastar de vez en cuando también alguna energía en pedirle al PSOE que abandone el elefante de la versión rancia del españolismo que encarna el PP. Porque en el mundo racional en ningún lugar está escrito que singularidad sea sinónimo de privilegio.