Peccata minuta

Messi y Madrid nos roban

JOAN OLLÉ

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Como ya todo es presunto y la mentira se está convirtiendo en lengua cooficial, uno no se atreve a afirmar ni negar nada: depende del cristal (o partido o periódico o juez) con que se mire. Todo, absolutamente todo, a pesar de que existan pruebas concluyentes, son meras suposiciones. ¿Vendió casas doña Cristina? Montoro carga las culpas a los notarios, y estos dicen que de eso casi nada. O lo de CiU y Ferrovial. Alguien miente, ¿verdad? ¿O bien habrá que instalar entre verdad y mentira un equidistante e impreciso limbo al que llamaremos malentendido?

Hacienda se ha cernido últimamente sobre un par de personajes que pertenecen a los dos gremios más celebrados de Catalunya, ya que, según dicen, en ambos ámbitos (sic) somos los mejores del mundo mundial: el fútbol y la cocina. Panem et circenses, a decir de los romanos.

Suponen los medios de información que los Messi, padre e hijo, hartos de aportar a la hacienda española demasiados euros, se montaron una hábil ingeniería internacional para sortear las leyes locales. Son insaciables: cuanto más tienen, más rugen, como el mar. También al estrellado (sic) cocinero Sergi Arola le han detectado un impago al tesoro público y, en consecuencia, le han chapado la barraca. ¿Por qué al argentino, con mucho más dinero en juego, no le precintaron la taquilla de Can Barça y le inmovilizaron las dos piernas? Uno (presuntamente) ha intentado estafar; el otro se limita, como tantas y tantas pymes, a no poder hacer frente a la impaciencia de unos inspectores presuntamente hacendosos.

Que los Messi hayan ingresado por la puerta de servicio de las arcas del Estado una cantidad de siete ceros puede significar dos cosas: que son muy dadivosos o que acatan su antes negada culpa para que el mal no vaya a mayores, pero eso sí: sin pedir disculpas. Leo, en las antípodas de Guardiola, nunca se ha distinguido por su don de lenguas. ¿O quien sabe, calla? Mala cosa es que a Sergi Arola -por falta de líquido- le precinten la bodega. ¿Cómo, si no sirviendo los exclusivos platos que le impiden cocinar, llegará a saldar su deuda? ¿Precintarán -se pregunta el chef- todos los estadios de fútbol con deudas millonarias?

Lo que realmente me preocupa es lo que pueda suceder de aquí a cuatro días, cuando en el torneo Joan Gamper la clásica voz que anuncia la salida de los jugadores al césped cante el nombre de nuestro número diez. ¿Aplausos de apoyo y solidaridad? ¿Pitos y gritos de «Messi i Madrid ens roben»? Probablemente, la cosa acabe en que a Dios lo que es del césar y que tu pierna derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda (o la de tu padre). Y a continuación, el himno que «a tots ens agermana», incluso al socialmente comprometido Neymar. Ánimos, Sara y Sergi.