Al contrataque

Memoria selectiva

JOAN BARRIL

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Existe un periodismo de las cifras redondas. No hay año en el que no se conmemore algún múltiplo de cien o de 25, ya sean compositores, pintores, batallas, victorias o derrotas, que esas también valen. En el 2014 toca el tricentenario de la pérdida de las libertades catalanas por una confrontación europea en la que elegimos mal y nuestro candidato nos dejó con el culo al aire. Gracias a aquellos polvos estamos hoy metidos en el lodo de una consulta que ha puesto a Catalunya en la agenda de importantes instituciones mundiales. No parece que a la corta las pretensiones secesionistas culminen con éxito, pero al menos hay avance. Tal vez insuficiente, pero verdaderamente notable. Se acabó la democracia vertiginosa. Ahora todo va lentamente y es preferible la lluvia fina durante muchos años que el temporal de unas horas.

Sin embargo, los partidarios del tricentenario no parece que estén por la labor de conmemorar otras derrotas igualmente dolorosas y tal vez más cercanas. La semana que viene, el 26 de enero, se cumplirán 75 años del momento en el que las tropas franquistas del general Yagüe entraron en Barcelona. El camino del exilio ya había sido tomado días antes. Las carreteras que iban hacia Francia estaban atestadas de fugitivos confiados en que los vecinos del norte les tratarían mejor que sus adversarios que venían del sur. Se calcula que en los últimos momentos de la guerra cerca de 460.000 ciudadanos españoles, 170.000 de ellos mujeres y niños, cruzaron la frontera y fueron internados en inhumanos campos de concentración. Más adelante, bajo el régimen de Vichy, unos 10.000 españoles fueron deportados a los campos de concentración nazis, tal como relató Montserrat Roig en su magnífico libro sobre la cuestión.

Los derrotados

Toda conmemoración tiene su ideología, pero no es bueno que se niegue el sufrimiento de nuestros compatriotas y se silencie la barbarie de mandar a medio millón de gentes con sus carros, sus heridas y sus maletas hacia un futuro incierto. A veces, a los que recordamos a los derrotados se nos llama guerracivilistas. Es fácil denunciar a los partidarios de la memoria colectiva cuando se está tan bien en un mundo en el que los vencedores no tienen ningunas ganas de recordar. A veces hay motivos para sospechar que la evocación de 1714, por legítima que sea, es una manera de ocultar el doloroso transitar por nuestros caminos de las cenizas del gran incendio español.

Catalunya fue sojuzgada por Felipe V. Pero poco hemos aprendido de la historia si glorificamos a los catalanes de hace tres siglos y se persiste en el olvido hacia los catalanes vencidos que fueron nuestros abuelos. La memoria histórica es una semilla que tiene muchos campos en los que plantarse.