La clave

Lo que mata es la enfermedad

BERNAT GASULLA

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Debo confesar que la gota que ha colmado el vaso de mi paciencia con la campaña del cubo helado ha acabado viniendo del vídeo difundido en la red por el venerado cineasta David Lynch. Faltan líneas en este rincón de EL PERIÓDICO para alcanzar a describir e interpretar lo que se ve en el vídeo. Quien no pueda resistirlo, que busque en Youtube lo último del director de Cabeza borradora. Este episodio es solo el penúltimo de un verano en el que, a falta de canícula, hemos sufrido la fiebre vírica de los selfies y del Ice Bucket Challenge. Ha llegado el momento de decir basta.

Encaramos el mes de agosto alarmados por una extraña epidemia de accidentes de ciudadanos que se hacían autofotos. Una lectura atenta de los sucesos revelaba que casi nunca, excepto el trágico caso registrado en Sitges, eran selfies. Era otro el que hacía la foto. Pero, vamos, que la realidad no nos estropee el titular. No hay que quitarle chispa a la vida.

Seguimos adentrándonos en agosto para ver cómo decenas de famosos de todo pelaje se sumaban a una campaña de sensibilización (y recaudación de fondos) contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). La campaña se extendió como la pólvora por internet para acabar descubriendo que muchos se escaqueaban de pagar dinerito, sobre todo en España.

El hidroavión

Hasta ese momento, todo era soportable. Ya se sabe. El género humano siempre se ha caracterizado por hacer bobadas. La cosa empezó a torcerse cuando empezó a llegar un parte de sujetos lesionados, gravemente heridos o, incluso, fallecidos con las más estrambóticas variantes del cubito de marras. El paroxismo de esta tendencia la tuvimos en Catalunya, donde un hidroavión descargó un cubo de 1.500 litros de agua sobre un belga. Y luego llegó David Lynch, que amenaza con lesionar a otros, no a sí mismo.

Que me perdonen los responsables de tanta astracanada. Ni los selfies ni el desafío del cubo helado matan. Lo letal es la vida, y, para ser más precisos, su reverso, la enfermedad. Dolencias como el ELA deberían merecer mucho más que cubos helados. Por ejemplo, más euros para la investigación.