La rueda

Debate sobre los debates

JOSÉ A. SOROLLA

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La frase es textual para que no haya la más mínima duda de su veracidad. Preguntado en la SER sobre si le apetecía un cara a cara con Pedro Sánchez, Mariano Rajoy respondió: «A nadie le apetece un debate, un debate supone una gran responsabilidad, hay que prepararlo, hay que hacerlo bien, hay que respetar a quien lo está oyendo en la televisión o en la radio, requiere mucha preparación, requiere un gran esfuerzo, no es algo cómodo». ¿Cómo es posible que un político al que se le reprocha su pasividad, su pereza y hasta su vagancia pueda confirmar en una respuesta todas las acusaciones? Una de dos: o no es consciente de lo que contesta o le da igual lo que la gente piense de él.

El fondo del asunto, sin embargo, es que, pese a que después añadió que «en una democracia es bueno hacer debates», a Rajoy no le apetece nada debatir con nadie. Con lo cual nos hallamos ante el cansino debate de cada elección sobre si habrá debates, cuántos, con qué protagonistas, etcétera, etcétera. Si antes del 20-D, Rajoy se negó a asistir a los debates a cuatro y mandó a Soraya Sáenz de Santamaría o dejó la silla vacía, ahora parece que será lo contrario: aceptará un debate a cuatro y no un cara a cara.

Es inaudito que la cuestión no esté regulada o no se dé por supuesta, como en todas las democracias maduras. Es una muestra más de la falta de cultura democrática en España, que se manifiesta también en la imposibilidad de llegar a pactos poselectorales o en la desfachatez con que se afirma que debe gobernar la lista más votada aunque no arme una mayoría en una democracia parlamentaria. Otro signo es la incapacidad de los partidos en acordar la reducción de los gastos de las campañas: ¿cómo es posible que el envío de papeletas y de propaganda a los domicilios, el 'mailing', no sea aún conjunto? No se trata ya de una cuestión de ahorro, que también (50 millones menos), sino de sentido común.