ARTÍCULOS DE OCASIÓN

De aquellos colegios estos lodos

De aquellos colegios estos lodos

De aquellos colegios estos lodos / EL PERIÓDICO

DAVID TRUEBA

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Tras las acusaciones por blanqueo de divisas y evasión fiscal contra el antiguo ministro de Economía, Rodrigo Rato, conviene recordar alguna anécdota de la época en que protagonizó la estrategia financiera del Gobierno de Aznar. Fue tal su grado de popularidad que en un proceso natural acabó por dirigir el Fondo Monetario Internacional. Su renuncia antes de cumplir el mandato obligó a repensar el personaje, porque el daño irreparable a la Marca España no hacía más que comenzar. Lo que ha venido después ha confirmado las peores sospechas. Pero en un país demasiado dado a la sobreactuación, a las fingidas rasgaduras de vestiduras, a dramatizar en exceso, pero luego olvidarse de la esencia de los problemas, no se puede dejar pasar la oportunidad de echar una mirada a la España de entonces y sus grandes valedores. El aznarismo lleva varios años en entredicho, pero nadie quiere ahondar en la culpa compartida, y de ese error proviene nuestra lectura equivocada de la crisis financiera nacional.

En la cumbre de la popularidad de Rato recuerdo que acudí a visitar varios colegios con un amigo pintor, que entonces, como yo, buscaba acomodo para sus hijos en alguna escuela. Recomendados por alguien terminamos por visitar un centro privado que gozaba de buena reputación, valores laicos y enseñanzas humanistas, pero sin dejar de lado la excelencia, palabra que se puso de moda de manera irremediable y es un asco cotidiano aún hoy. Tras asistir a las bondades del centro en una charla para padres, la directora del colegio admitió preguntas y mi amigo, con intereses personales, se atrevió a indagar por los valores artísticos que se promovían entre los chavales, si había alguna estrategia particular en esos campos. Aún recuerdo la respuesta feliz de la directora. Mire, aquí no fabricamos pintores ni artistas, no nos interesa demasiado esa inclinación de los chicos, lo que nosotros prometemos a los padres es que de aquí saldrán los futuros directores del FMI.

Obviamente, ni llevamos a nuestros hijos a ese colegio ni puedo evitar cambiarme de acera cada vez que camino por delante de aquel centro que no voy a nombrar. Lo que sí me provoca es una sonrisa cada vez que veo alguna de las inclinaciones delincuenciales de los directores del FMI. No hay que olvidar que después de Rato llegó Dominique Strauss-Kahn, alguien mucho más respetado como teórico de la economía, pero que bordea la psicopatía sexual. Las orgías, el derroche, la acumulación de riquezas, la afición por el dinero ilegal y la joyería acumulada responden a una educación particular. Detrás de la propuesta soñada de aquel centro escolar no había más que la radiografía de un país enfermo, la España de aquel tiempo, sí, la que iba bien. La misma que cruzó a la familia real con las escuelas de negocios y que ensalzaba a titanes financieros con los pies de barro. Un país degradado porque pasó a admirar a la gente equivocada, a poner de ejemplo a quienes no eran ejemplares. Lo peor de todo es que viró su modelo educativo y su promesa de progreso personal, procedente de una humilde pero sabia generación anterior, hacia inclinaciones grotescas. Hoy nos escandalizan ciertos personajes, pero la importancia del momento reside en reconsiderar nuestros errores colectivos.