EL FUTURO DE LA CAPITAL CATALANA

La Barcelona que Trias no lidera

Es sorprendente la falta de liderazgo del alcalde, que vive de las rentas de un Hereu al que tanto criticó

JOAQUIM COLL

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¿Qué se ha hecho del encendido debate sobre el modelo Barcelona que marcó la alcaldía de Jordi Hereu? ¿Dónde están esas pancartas que exigían Volem un barri digne, sin que su desaparición sea el resultado de ninguna mejora en su entorno? En un momento en que la crisis está disparando todas las alarmas, sorprende la inacción del gobierno de Xavier Trias en políticas activas de empleo, por ejemplo. Curiosamente, la angustia que provoca la crisis hace mejorar la valoración ciudadana sobre los servicios municipales. ¿Se ha instalado un conformismo general o es la calma que precede a la tempestad? Lo cierto es que de Barcelona se puede exigir mucho más, pero hoy navega al ralentí y carece de liderazgo.

Tampoco ninguna de las cuestiones que antes tanto escandalizaban ha desaparecido: ni la degradación de los espacios centrales por el impacto del turismo de masas, ni el insidioso acecho de la especulación urbanística, por no hablar de los siempre precarios equilibrios en Ciutat Vella. El anunciado Plan de Inspección de la Rambla nada ha cambiado ante la situación de secuestro que vive este paseo por parte de los promotores turísticos. La reforma del Port Vell, que CiU ha aprobado con el apoyo del PP, convierte un espacio público en un lugar exclusivo para yates de lujo. Hace unos años, la propuesta de instalar una perrera cerca de un colegio de élite en Collserola sucumbió ante la presión pública. Hoy, en cambio, asistimos impasibles al desarrollo de un plan urbanístico sobre el frente marítimo que genera enormes interrogantes, tal como denuncia la síndica de Barcelona, Maria Assumpció Vila, nada sospechosa de interés partidista. En urbanismo, nada es gratuito, todo responde a algún interés.

No es que no haya crítica vecinal en los distritos, pero ahora es como si cayera en saco roto al no tener un apoyo mediático sostenido. Da la impresión de que el debate sobre hacia dónde va Barcelona ha dejado en general de interesar y que se aceptan resignadamente determinados procesos de segregación, como el del Park Güell. En otro momento, la propuesta de acceder a dicho parque previo pago de una entrada hubiera dado lugar a un ruidoso debate sobre la comercialización de un bien de titularidad pública. Otro ejemplo igualmente paradójico es el caso de la Diagonal. Ahora, vecinos y comerciantes exigen una reforma que tres años atrás rechazaron rotundamente en una consulta. Todo indica que la presión de ciertas élites económicas intenta que el ayuntamiento proceda a una reforma parcial entre Francesc Macià y el paseo de Gràcia, segregando este tramo del resto de la avenida, el único lugar por donde tiene sentido que algún día se enlacen los dos tranvías.

Esta situación contradictoria tiene bastante que ver seguramente con la tensión política general. A medida que hemos sido absorbidos por la pulsión soberanista, el protagonismo de Barcelona se ha difuminado. Y hoy nadie levanta su bandera como parte de la solución del encaje territorial de Catalunya en España. Es una lástima, porque no me cabe duda de que la multicapitalidad es la respuesta adecuada a la pluralidad española. Entre tanto, es sorprendente la falta de liderazgo de Trias en la defensa de la Carta Municipal frente a la rancia reforma de la Administración local que impulsa el Gobierno de Mariano Rajoy. Se trata, sin duda, de una de las mayores ofensas a la ciudad y al municipalismo.

Con todo, lo cierto es que el alcalde tiene bastante suerte. Tras criticar duramente a Hereu, ahora vive de sus rentas: una ciudad que funciona bien y una Administración saneada y con capacidad inversora que puede hacer frente a los abultados impagos de la Generalitat en los consorcios. Además, la torpeza de la oposición le permite visualizar una geometría variable de pactos. El popular Alberto Fernández prometió una oposición dura tras los tímidos acuerdos de CiU y PSC en el plan de mandato, pero ha pactado corriendo los presupuestos de este año. Y salva así a Trias de tener que someterse al mal trago de una moción de confianza. Por su parte, el PSC se ha lanzado a la reconstrucción de su proyecto para Barcelona, pero todavía está en los minutos iniciales. Entre tanto, su líder municipal, Jordi Martí, parece más preocupado por desmarcarse de su partido que de fortalecer una estrategia de oposición reconocible. Por eso ICV capitaliza la crítica a los proyectos urbanísticos más problemáticos.

El problema es que el equipo de Trias cree que lo sucedido en Barcelona en las últimas décadas, lo que la ha hecho ser tan atractiva, es casual. Y no es cierto, la política ha sido un actor fundamental. Abandonado el debate sobre el modelo, ¿nos conformamos ahora solo con gestionar la herencia de una buena marca? Barcelona es un potente trasatlántico, pero carece de liderazgo y tuerce el rumbo.