La clave

Alicia, esa separatista

ENRIC HERNÀNDEZ

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Jamás una operación política tan ambiciosa había naufragado con tan inexplicable celeridad. La que tenía que ser la semana grande en Madrid de Alicia Sánchez-Camacho, su puesta de largo como interlocutora privilegiada entre el Gobierno y la Generalitat, una brillante maniobra que la erigiera en artífice de una alternativa al rupturismo catalán y al inmovilismo español... apenas ha durado unas horas. Y, en vez de realzar la figura de su protagonista, la tentativa de la líder del PP catalán, abortada por quienes debían patrocinarla, ha desdibujado su perfil. Una de dos: o el puente de mando del PP está desierto, o lo maneja un infiltrado al servicio del independentismo impaciente.

Aunque pocos en Catalunya crean que mejorar el sistema de financiación bastase para sofocar la llamarada soberanista, el lunes Sánchez-Camacho se limitó a defender en Madrid la ponencia política del PPC, aprobada en un cónclave que clausuró la vicepresidenta del Gobierno e incluida en el programa electoral. Esto es: una financiación «singular» para Catalunya -pero dentro de la ley de régimen común-, respetuosa con el principio de ordinalidad y que acote la solidaridad subrayando su condición finalista. Remedo de pacto fiscal que el PP ignoraba, contra el que los barones populares blasfemaron el lunes y que la número dos de partido, María Dolores de Cospedal, acabó por desautorizar.

La voz de Jorge Fernández

Hay que reconocer  que los reproches de sus compañeros de partido no alcanzaron el grado de refinamiento de la diputada de Ciutadans que la acusó de «usar el lenguaje separatista». Y de paso debemos tomar nota del silencio que guarda el PP cuando el ministro Jorge Fernández Díaz sostiene postulados idénticos a los de Sánchez-Camacho.

Hagamos inventario: Pere Navarro arranca al PSOE el sí a una (improbable) reforma constitucional, pero no a la consulta; Josep Antoni Duran admite que no tiene «ninguna influencia en Madrid»; las élites catalanas vuelven deprimidas de sus citas con Mariano Rajoy; y hasta Sánchez-Camacho resulta ya sospechosa para el PP. Como táctica para combatir el independentismo, no tiene precio.