El turno

El arte de la mala comunicación

CARLOS Carnicero

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Hay asuntos que es más difícil hacer mal que bien. En política el axioma es válido. Este Gobierno ha adquirido tal destreza en el arte de comunicar mal sus gestiones que es difícil encontrar precedentes. Las primarias del Partido Socialista de Madrid (PSM) son un buen ejemplo. Es evidente que Trinidad Jiménez es una buena candidata y está demostrando serlo; además, su elegancia para eludir personalmente el juego sucio acredita su responsabilidad y su espíritu de partido. Encima pareció que le daban un premio cuando en realidad estaba confortablemente instalada en el Ministerio de Sanidad.

Ha sufrido algunos sambenitos que le han lastrado. El primero es el de ser la candidata del aparato, porque hay apoyos tan explícitos que terminan por producir el efecto inverso: la intervención directa de José Luis Rodríguez Zapatero en lo que podía haber sido presentado como unas primarias al uso le dio el marchamo de ungida por el césar y Tomás Gómez pudo presentarse como el candidato de las bases, obviando que su ascenso a la secretaría general fue también obra de Zapatero, que tiene necesidad de no privarse de ningún protagonismo. Conforme se aplica el microscopio electrónico al PSOE de Madrid se descubre un universo de tramas de intereses en instituciones en donde en poco tiempo Tomás Gómez ha tejido una red de incondicionales que explica, por ejemplo, su empecinamiento en apoyar a Ignacio González para la presidencia de Caja Madrid, que finalmente fue frustrada por el propio Partido Popular.

Ahora, después de tener durante dos años suspendida a la agrupación de Móstoles, la segunda ciudad más poblada de la comunidad de Madrid, ha hecho todo lo posible para que los militantes, que a pesar de esa suspensión lo siguen siendo, no puedan votar. Y ni siquiera se pone colorado por no haber sido capaz de solucionar un problema orgánico tan grave en dos largos años.