Sobredosis de superhéroes

'DOCTOR STRANGE' Un neurocirujano con superpoderes protagoniza el cómic.

'DOCTOR STRANGE' Un neurocirujano con superpoderes protagoniza el cómic.

RAMÓN DE ESPAÑA

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El inminente estreno (14 de agosto) de Guardianes de la galaxia, última y onerosa fantasía del universo Marvel, carga de razones al cinéfilo de tendencias apocalípticas convencido de que los cines se han convertido en barracas de feria tecnológicas y de que la vida audiovisual inteligente se ha recluido en la televisión. Tengo ante mí una imagen con los protagonistas de esta magna obra y les aseguro que tiran de espaldas, pues se trata de un negro tatuado de torso desnudo, un guaperas con barba de tres días, una mujer de color verde, un mapache con ametralladora y un tronco de árbol. Si añadimos que el director, James Gunn, se fogueó en la Troma -exacto, la productora que nos trajo al Vengador Tóxico, entre otras maravillas-, que la película está basada en un cómic que no leyó nadie y que la voz del tronco la pone Vin Diesel, a cualquiera se le ocurre que estamos ante un engendro al que no hay que acercarse ni embutido en un mono ignífugo. Y sin embargo, la cosa ha costado un dineral, el lanzamiento mundial es a bombo y platillo y los chicos de la Marvel aseguran tener entre manos la primera entrega de una franquicia que enviará a los Vengadores y a los X Men al basurero de la historia del cine y del comic.

TEBEOS FILMADOS / La serie inacabable de tebeos filmados obedece a dos motivos para mí indiscutibles: la perfección recientemente alcanzada en el uso de los efectos especiales -recordemos las chapuceras primeras aproximaciones a Spiderman o al Capitán América- y esa progresiva cretinización del espectador que parece estar conduciendo a nuestra sociedad a la situación en que se encontraba en la estupenda película de Mike Judge Idiocracy (el estreno se demoró casi dos años y cuando se proyectó no la vio nadie, de tan premonitoria que resultaba).

Al principio de la moda, el cinéfilo todavía recibía alegrías del calibre de las dos entregas de Batman de Tim Burton, pero hace tiempo que se ha optado por el mínimo común denominador y que prácticamente todas las adaptaciones de los cómics DC, Marvel y demás son unos pestiños que atentan gravemente contra la inteligencia del ciudadano (salvemos los Hellboy de Guillermo del Toro y execremos, una vez más, los Batman de Christopher Nolan).

OBRA MAESTRA O LADRILLO / Y la cosa pinta cada vez peor. Los personajes más conocidos están ya muy sobados y la industria se ve obligada, para seguir lucrándose, a recurrir a los superhéroes de chichinabo o a los siempre temibles crossovers, esas historias en las que te dan varios supertipos por el precio de uno. Cabe citar en el primer sector al Doctor Strange -un neurocirujano con súperpoderes para el que suena el pobre Jon Hamm-; a los Sinister Six -enemigos de Spiderman que ya asomaban la nariz en la segunda entrega de la segunda saga de Peter Parker-, con los que se va a malgastar el talento de Drew Goddard, responsable de la muy original e interesante Cabin in the woods; o al Sandman de Neil Gaiman, cuyo guion están escribiendo Joseph Gordon-Levitt y David Goyer, una obra maestra del cómic metafísico para unos y ladrillo descomunal para otros (entre los que me cuento, aunque mi premio perpetuo al Cantamañanas más Pretencioso del Mundo del Cómic siempre será para Alan Moore).

En el apartado del crossover, se nos va acercando peligrosamente, aunque todavía estamos a tiempo de apartarnos (el 29 de abril del 2016) o de morirnos, Batman vs Superman: Dawn of justice, con el Hombre de Acero y el Caballero Oscuro llegando presumiblemente a las manos.

Uno cree, modestamente, que en el mundo de los superhéroes ya hay suficiente suspension of disbelief como para cargar las tintas. Un superhéroe, un mundo: ese es mi lema. La aglomeración de tipos en leotardos conduce inevitablemente al ridículo; a no ser que se pretenda rodar una comedia como las que hacían Abbot y Costello y meter en la misma trama a Drácula, el Hombre Lobo y el monstruo de Frankenstein. La posible pugna entre Superman y Batman me recuerda a la que fabulaban Borja Mari y Pocholo entre el cocodrilo de Lacoste y el caballo de Ralph Lauren.

Ante este panorama, es una lástima que el único proyecto que parecía interesante se haya ido al garete. Se trataba de Ant-Man, superhéroe delirante del tamaño de una hormiga, que es lo más bizarro jamás editado (junto al Plastic Man del gran Jack Cole) y que iba a dirigir el británico Edgar Wright, responsable de formidables comedias fantásticas como Shaun of the dead o World's end, hasta que la Marvel lo despidió y lo sustituyó (junto a su coguionista, Joe Cornish) por el insípido Peyton Reed.

Armémonos de paciencia, amigos, que la vamos a necesitar.