EL LIBRO DE LA SEMANA

En la era dorada de los quinquis

A Cercas no le interesa tanto el Vaquilla como qué gobierna cada destino

DOMINGO RÓDENAS

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Quienes tenemos ya algunos años no podemos menos que reconocer en los rasgos y peripecias del quinqui que protagoniza la última novela de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) los de Juan José Moreno Cuenca, el Vaquilla, aquel delincuente juvenil popularizado por el cine de José Antonio de la Loma que murió a los 42 años siendo rehén de su propio personaje mediático. Pero, como en otras novelas suyas, a Cercas no le interesa lo evidente, la biografía de un marginado que aquí se llama Antonio Gamallo, el Zarco, sino los hilos invisibles que activan nuestra conducta, la inaccesible maquinaria que, en la conciencia, gobierna nuestros destinos individuales. Y enLas leyes de la fronterael que importa no es tanto el del Zarco como el de Ignacio Cañas, el Gafitas, un chaval de clase media que a sus 16 años, en el verano de 1978, pasa de ser un estudiante aplicado a integrarse en la banda del Zarco gracias a las artes de seducción de Tere, de la que queda enamorado de por vida. Es en ese triángulo adolescente y en aquel último verano preconstitucional donde se dirime cómo se hace destino su ingenuidad y su visión idealista de los rateros del suburbio, vistos a medias como víctimas de la desigualdad y como ladrones de principios nobles. Por eso fantasea con que el Zarco y su banda son como la tropa justiciera de Lin Chung, el héroe de una serie de dibujos animados,La frontera azul, donde los forajidos son los hombres justos que viven fuera de la ley más allá del río Liang Shan Po, o sea el Ter.

Y digo que quien importa es Ignacio Cañas porque son su evolución y sus conflictos sentimentales y morales lo que adquiere auténtico relieve mientras trata de entender, muchos años después, qué sucedió exactamente en 1978 y que determinó su salvación personal (o algo parecido) y catapultó al Zarco, a base de cárceles, fugas, películas, canciones y omnipresencia en los medios, a convertirse a la vez en un mito y en una ruina humana. Las vicisitudes del Zarco se documentan, en gran medida, con las del Vaquilla, pero aquí las conocemos a través de varios testigos a los que va entrevistando un periodista que ha recibido el encargo de escribir un libro sobre el famoso delincuente. Aunque el testimonio principal es el de Cañas, se entrevista también al inspector Cuenca y al director de la cárcel, Eduardo Requena, que sirven de contraluz y complemento a las palabras del Gafitas, ahora convertido en exitoso abogado. Esta múltiple perspectiva permite tener una imagen externa de Cañas que libera al lector del limitado punto de vista de este y le deja entender mejor sus flaquezas, que son las de quien está demasiado concernido por aquello que ha de juzgar. Pero sobre todo pone de manifiesto cómo es posible hacer depender toda la vida de un pasado inexacto, una interpretación distorsionada o un malentendido.

Como enSoldados de Salamina oAnatomía de un instante, el narrador no sabe a ciencia cierta qué libro va a escribir («ni siquiera estoy seguro de que vaya a escribir sobre el Zarco») y reconoce que se acaban escribiendo no los libros que uno quiere sino los que encuentra, por ejemplo el de Ignacio Cañas y Tere. Como en esas novelas, el uso de la ambigüedad es aquí inteligente, como lo es la gradación informativa y el tempo narrativo (algo lento en «Mas allá»), pero ha cambiado el asunto: frente al heroísmo moral y político que allí se abordaba, ahora estamos ante los caminos menesterosos por los que un antihéroe elige (o no) perderse. SFlb

3LAS LEYES DE LA FRONTERA

Javier Cercas

Mondadori. 384 p. 21,90 €