crónica

Giselle se va de farra a la 'disco'

Aileen Gallinera y Jesús Pastor brillan en el Teatre Sagarra con el moderno montaje de David Campos

Jesús Pastor y Aileen Gallinera, en una escena del primer acto.

Jesús Pastor y Aileen Gallinera, en una escena del primer acto.

MARTA CERVERA
BARCELONA

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Aacercar el ballet a las nuevas generaciones es la meta de la moderna versión de Giselle, que el coreógrado David Campos acaba de estrenar en el Teatre Sagarra, de Santa Coloma de Gramenet. Su ágil montaje, de solo 75 minutos de duración, conecta con el público de la sala y se lleva sonoros aplausos.

La ingenua protagonista de este clásico romántico con 150 años de historia se transforma en manos de David Campos en una joven con ganas de marcha. En el primer acto la tradicional fiesta de la vendimia es sustituida por una farra en una discoteca. Eso sí, ellas bailan en punta unos pasajes musicales que combinan la partitura original de Adolphe Adam con pinceladas techno, en una adaptación sonora realizada por Llorenç Peris. Lejos de chirriar, el montaje capta la atención del espectador desde el primer momento. Campos mantiene la esencia de la obra y de la coreografía. Se atreve, también, a mezcla grands jetés, piruetas, escenas corales y pas à deux con algunos gestos y movimientos llamativos para un ballet clásico.

Luce la gran calidad técnica e interpretación de la pareja protagonista, Aileen Gallinera (Giselle) y Jesús Pastor (Albrecht), así como el resto de la compañía que se entrega en la reinterpretación de la obra. A destacar la gracia de Gallinera a la hora de sacar partido a su vis cómica en el primer acto. Su personaje, con gafas y coleta, parece un cruce entre Giselle y Betty la Fea. En el segundo, se transforma otorgando a su rol mayor profundidad y lirismo.

GRAN COMPENETRACIÓN / Gallinera y Pastor logran transmitir su amor imposible. Pastor, que ha bailado en grandes compañías, se compenetra maravillosamente con la bailarina.

La idea de incluir la leyenda catalana de Les dones d'aigua no chirría, porque la obra arranca con unas bellas imágenes proyectadas y una voz en off que narra el origen del cuento y sitúa al espectador. Lo que no encaja tanto es la forma en la que muere Giselle. Ser asesinada a manos de dos macarras no tiene nada que ver con morir de pena por amor. En el original, Albrecht le rompe el corazón cuando ella se entera de que está comprometido con otra, algo que David Campos pasa por alto en su versión. ¿De qué es culpable Albrecht en este moderno montaje? ¿De no ser capaz de salvar a su amada de la violencia machista? Pese a todo, hay que reconocer que la muerte de Giselle en el primer acto impacta.