Violencia en un país latinoamericano

La policía enciende Brasil

Residentes de la favela Pavao-Pavaozinho corren a refugiarse.

Residentes de la favela Pavao-Pavaozinho corren a refugiarse.

EDU SOTOS
RIO DE JANEIRO

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Fuerza Nacional, batallón de operaciones especiales, paracaidistas de la Marina y antidisturbios inspirados en Robocop. Brasil, y especialmente Río de Janeiro, se han convertido en los últimos meses en un desfile continuo de fuerzas de seguridad a cada cual más armada. Las operaciones en las favelas con drones se anuncian en la prensa como algo habitual y no hay día que no se hable de protestas acompañadas de muertos, casi siempre en extrañas circunstancias, en algún lugar de la ciudad. Este es el ambiente que vive la que será sede principal de la Copa del Mundo del fútbol, a menos de 50 días del inicio del torneo insignia de la FIFA.

En la noche del martes, la inseguridad en la ciudad alcanzó un punto crítico cuando unos 300 habitantes de la favela de Pavao-Pavaozinho tomaron las calles de Copacabana para protestar por el asesinato, a manos de la policía, del bailarín

Douglas Rafael da Silva Pereira. Según la versión oficial, el joven de 25 años fue confundido por un traficante cuando se encontraba en la favela visitando a su hija de 4 años.

INDIGNACIÓN / La indignación de sus vecinos, cansados por la impunidad policial, no se hizo esperar. Helicópteros, barricadas ardiendo, explosiones y disparos de fusil sembraron el caos en pleno centro turístico de la ciudad y apenas a 200 metros de la playa más famosa de Brasil. En la trifulca, en la que intervinieron incluso helicópteros de la tropa de élite de la policía militar, un niño de 12 años habría resultado alcanzado por un disparo de la policía, según los testigos, sin confirmación oficial.

«¿Cuál será esta vez la excusa de esta policía asesina? ¿Qué era negro y, por tanto, traficante?», rezaba uno de los miles de tuits que inundaron en la noche del martes esta red social. Fue una más de las decenas de expresiones de hartazgo que los antaño llamados favelados sienten por un sistema que, a pesar de haberles convertido en la nueva clase media, les considera ciudadanos de segunda. Al igual que ocurrió durante las protestas en la Copa de las Confederaciones con el caso Amarildo, un obrero que murió torturado por policías en la favela de la Rocinha, el caso de Douglas amaga con convertirse en una nueva bandera para la indignación durante la Copa del Mundo.

El hartazgo está más que justificado. Según el Instituto brasileño de Seguridad Pública (ISP), en el estado de Río de Janeiro se han producido desde el 2007 un total de 43.165 muertes violentas de las cuales 5.677 se debieron a la intervención de la policía. Amnistía Internacional sitúa la cifra en más 2.000 las personas fallecidas cada año en Brasil a manos policiales. Mientras tanto, y alejadas de las estadísticas, la realidad en las favelas de la región norte de la ciudad resulta aun más cruel. Desde el pasado 30 de marzo 2.700 militares de la Marina ocupan el macrocomplejo de favelas de la Maré. Serán 130.000 personas viviendo bajo ocupación militar durante tres meses bajo el pretexto de la seguridad durante la Copa del Mundo.

Los hechos de Copacabana han hecho despertar a muchos sobre la situación de inseguridad y represión que vive la ciudad a menos de dos meses del inicio del Mundial.

No hace falta mucha imaginación para suponer lo que ocurrirá cuando a los favelados se les unan los miles, por no decir millones, de indignados de todo el país que esperan pacientes la atención mundial para volver a exigir seguridad, salud y educación. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, lo sabe y el desfile de uniformes de los 170.000 policías movilizados para el evento deportivo no cesa en las 12 ciudades sede.