El nuevo escenario europeo

Hollande topa con Merkel

Dos activistas llevan máscaras de Hollande y Merkel, simulando una boda, en la puerta de Brandeburgo de Berlín, ayer.

Dos activistas llevan máscaras de Hollande y Merkel, simulando una boda, en la puerta de Brandeburgo de Berlín, ayer.

MARTA
LÓPEZ

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Los dirigentes europeos han recibido con elogios y felicitaciones a François Hollande, el candidato socialista que el domingo ganó las elecciones presidenciales francesas con un mensaje de cambio para su país y para Europa, que desea dar un giro a las políticas económicas de la UE y que, de momento, antes de poner un pie en el Elíseo, ha conseguido ya forzar el debate entre austeridad y crecimiento. Hollande no tomará posesión como segundo presidente socialista de la historia de Francia -el primero fue François Mitterrand- hasta el 15 de mayo, pero desde ayer trabaja para relajar lo primero e impulsar lo segundo. Desde Berlín, la cancillera, Angela Merkel, lanzó su primera advertencia: «El pacto fiscal es innegociable».

Igual de contundente fue Hollande en su primer discurso de la noche electoral: «La austeridad no puede ser una fatalidad». Una fatalidad como la que sufre Grecia, que llevó el domingo a sus electores a decir basta y a dar la espalda a los partidos tradicionales que han apoyado el rigor impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) y a votar por formaciones extremas, de derecha y de izquierda. Si Francia votó por la esperanza, Grecia lo hizo a la desesperada y el resultado no podía ser peor: un país ingobernable, al borde de la explosión social, que acerca de nuevo a la eurozona a las peligrosas turbulencias.

EL DISCURSO EN LA BASTILLA / Para Grecia y para los otros países del sur que sufren la ortodoxia financiera dictada por Alemania con la aprobación del presidente saliente francés, Nicolas Sarkozy, el discurso de Hollande suscita una gran esperanza, pero la misión que tiene por delante el nuevo dirigente es muy complicada, tanto dentro como fuera de Francia. La economía francesa está en la uci y Europa rozando permanentemente el precipicio.

Y esta misión empezó ayer, el día después de una gran noche para la izquierda en Francia y también para la familia socialdemócrata europea, necesitada de buenas noticias en una Europa anclada en la derecha. Una gran noche en la que el presidente electo quiso dejar constancia de la dimensión de su victoria y clamó ante las decenas de miles de personas que lo escuchaban en la parisina plaza de La Bastilla: «Otros países que quieren poner fin a la austeridad nos miran. Vosotros sois más que un pueblo que va a cambiar. Sois un movimiento que se levanta por toda Europa y quizá en el mundo para llevar nuestros valores, nuestras aspiraciones y nuestras exigencias de cambio».

MAÑANA AL TELÉFONO / Hollande pasó su primera mañana como presidente electo en su despacho, atendiendo las llamadas de los dirigentes internacionales. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, fue uno de ellos, que dijo compartir con el nuevo presidente electo de Francia «la convicción que hay que invertir en el crecimiento». Palabras impensables hace unas semanas, cuando hablar de crecimiento era tabú porque lo primero era cuadrar las cuentas, a cualquier precio. Sin importar el sufrimiento social que eso provoque en países como Grecia pero también España e Italia, los dos grandes más afectados por la crisis de las deudas soberanas y en el punto de mira de los mercados financieros.

El próximo presidente francés también habló con el primer ministro británico, David Cameron, quien se negó a recibirle en Londres cuando el líder socialista empezó su campaña con ese nuevo mensaje de esperanza para Europa. Todavía en su penúltimo número, el semanario The Economist, muy próximo a los intereses de la City , se refería a Hollande como un «peligro».

El mismo vacío le hizo la cancillera Angela Merkel, que por nada quería perder a su máximo aliado, Nicolas Sarkozy, en la defensa de la ortodoxia financiera. Pero roto ese tándem perfecto y arrollador llamado Merkozy, la cancillera ya sabe ahora que tendrá que trabajar con un socio más incómodo, al que ayer invitó a Berlín una vez tome posesión. Merkel dijo que lo recibirá con los «brazos abiertos» y que espera trabajar con su nuevo aliado socialista «bien e intensamente».

Pero ya se sabe que quien paga manda y la jefa del Gobierno alemán también quiso dejar claro a Hollande que desea seguir siendo ella quien ponga las reglas del juego. Le advirtió que el pacto fiscal que firmaron 25 de los 27 países de la UE en marzo es «innegociable».

Pero una cosa es querer y la otra es poder. Y Francia no es un país cualquiera, ni por su peso político ni económico. Pese a las dificultades en las que se halla por su alto nivel de endeudamiento (85% del PIB), de gasto público (55,9%) del PIB y de déficit (5,3%), es la segunda economía europea y la quinta del mundo. Y Merkel deberá escuchar a Hollande. Están condenados a entenderse como han hecho siempre París y Berlín. Por el bien de Europa Merkollande ha de empezar a funcionar.

De momento, los temidos mercados han decidido dar un margen de confianza a Hollande. La bolsa de París cerró ayer al alza, de un 1,65%. En campaña, Sarkozy había dicho que una victoria de Hollande pondría a Francia «de rodillas». No hubo ni ataque especulativo ni contra Francia ni contra el euro.

El problema no es Hollande. El problema está en Grecia.