Don Andrés, de nuevo

Iniesta volvió a sentar cátedra y otra vez fue elegido el mejor jugador del partido, como ya sucedió ante la República Checa

Iniesta consuela a su compañero en el Barça Arda Turan, abucheado por la afición turca, al final del partido

Iniesta consuela a su compañero en el Barça Arda Turan, abucheado por la afición turca, al final del partido / periodico

MARCOS LÓPEZ / NIZA

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Tal vez ni sudara. Dio la sensación de que salió anoche de Niza, acabado el partido, como si estuviera pasando la tarde en el chiquipark con sus dos hijos: Valeria, la mayor, y Paolo Andrea, el pequeño, jugando en la piscina de las bolas de plástico. Diríase, además, que gobierna los partidos que ya no solo juega, inventa o asiste, además también los arbitra como se vio en la primera parte cuando Ozan, el policía turco que debía controlarle, le agarró del brazo. Se paró, miró al colegiado de verdad (el serbio Mazic) y el partido se detuvo. 

El liderazgo de Iniesta se mide mucho más de esas estadísticas que reúne la UEFA. No hay ninguna máquina capaz de descifrar el juego de Don Andrés, capaz de reunir en menos de una semana dos premios a mejor jugador del partido, encandilando como hizo ante la República Checa en el estreno o maravillando con su fútbol, ese que ahora descubren algunos (tiene 32 años y lo ha ganado todo), ante una Turquía deprimente.

DERROTANDO AL ALGORITMO

El balón sonríe cuando llega a los pies de Iniesta. Los algoritmos que definieron el primer once ideal de la UEFA no deben entender nada de sensaciones. Son máquinas, frías, impersonales, hasta antipáticas. Pero harían bien algún día en preguntarle a la pelota que siente cuando Don Andrés entra en contacto con ella. Entonces, se siente querida, mimada y, sobre todo, admirada. De pronto, se sumerge el cuero en una especie de paz interior que se traslada incluso a los aficionados. Sienten todos, balón, aficionados, compañeros y rivales, que están tranquilos. Bueno, los rivales, más bien intranquilos. Pero no llegan  a tiempo para desactivarlo. Ni siquiera pisándole.

93 PASES BUENOS DE 99

Tan feliz anda el balón cobijado por Iniesta que no se quiere despegar de él. Va caminando. O eso creían los checos. También los turcos. Camina, pero corre. En 90 minutos, Del Bosque no quiso quitarlo del campo para que nadie se enfadara, ni siquiera el, Don Andrés completó 93 pases buenos de 99 realizados. O sea, una locura del 94% de acierto. Algo irreal, que dirían algunos. Pero tan real como ver flotar a Iniesta por toda Francia.

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Acabó el partido, perdón su tarde-noche con Valeria y Paolo Andrea, se dirigió hacia la afición española, que coreó hasta en cuatro ocasiones su nombre, y se marchó al vestuario aplaudiendo a los suyos. Como si nada extraordinario hubiera hecho. En realidad, lleva toda la vida haciendo lo mismo, por mucho que algunos crean que llegó de Marte el pasado lunes. Igual le pasó a Piqué. Pitado durante un año y un día, ovacionado anoche: "¡Piqué, Piqué, Piqué..!".